Se hace lo que se puede
Madre perfecta versus madre desastre, tú, ¿qué clase de madre eres?
Lo sabemos, tener un hijo es una aventura que pondrá patas arriba toda tu existencia. En este caso, la frase de “te cambia la vida” no es gratuita, te lo aseguramos. Pero mientras tu vecina, con 3 hijos, es la imagen del orden, la diplomacia y la armonía más absoluta, tu casa y tu vida son, desde la llegada de tu retoño, una hecatombe.
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¿Cómo reconocer que eres una madre desastre y cómo reconocer que eres la madre perfecta? Sencillo: con estos ejemplos sabrás en qué lado estás.
- Casa y armarios ordenados y limpios: los armarios, colocados por temporadas e incluso, por colores. El armario de la madre perfecta, y el de sus hijos, es un fiel reflejo de su vida: todo orden. Esa armonía de la que hablábamos antes. De colores pastel y progresando en las tonalidades del pantone. La casa brilla: no hay mota de polvo. Huele a limpio. ¿Tu casa? El pasillo parece un rodaje de película western, en la pila de la cocina se acumulan los vasos del desayuno, y así llegan hasta la noche. Y los armarios son un tótum revolutum: en verano encuentras los forros polares y en invierno, las chanclas.
- Cuestión de estilo: los niños de tus vecinas siempre van conjuntaditos. Incluso, entre ellos. Peinados, perfumados, ropa de lacitos… Podrían salir en un anuncio. ¿El tuyo? Va como puede, a menudo con un calcetín de cada color. Se te olvida poner una muda limpia en la mochila de la guardería (y te acuerdas cuando acontece la temporada de gastrointeritis). Sabe lo que es la colonia porque se la ponen en casa de los abuelos, donde también le planchan los vaqueros (tú dices no hacerlo por razones ecológicas, básicamente).
- La alimentación: una madre perfecta hace zumo todas las mañanas, así tenga ocho niños. Incluso, les da de desayunar garbanzos, que las legumbres son muy buenas. Ha elaborado un calendario semanal con las comidas y respeta lo que les han dado de comer en el cole para hacer algo equilibrado de cena que lo complemente. Una madre perfecta y metódica se pasa los fines de semana cocinando para los churumbeles, y congela en tuppers, organizados igual de bien que sus armarios. Y con una etiqueta con la fecha de elaboración. Cuando van al parque, lleva la fruta cortadita en los susodichos tuppers. Todo perfección. Y por supuesto, compra en supermercados ecológicos y solo les da galletas, de forma esporádica. Y ecológicas, por supuesto. Una madre desastre no guisa, compra platos preparados. Les da de desayunar leche y galletas, las que haya en el armario. A una madre desastre se le caducan los yogures en la nevera. Improvisa la cena, porque es la reina de la improvisación. Se nutre de la comida casera que de vez en cuando les pasa la abuela. Y en el parque saca del bolso un plátano bien marrón (que esperaba en el frutero desde hace unas semanas) y al pelarlo se unta todos los dedos y parte de la plasta del plátano cae encima del niño y al suelo: chof.
- La visita al parque: la madre perfecta organiza metódicamente cada visita diaria al parque. Los niños salen vestidos con ropa adecuada para el parque, por supuesto, en su bolso lleva también todo lo necesario (te lo contábamos en este artículo) y además, ha preparado concienzudamente la merienda. Una madre desastre toma lo que la vida le da y como tal, sale al parque a las bravas. El niño no lleva ni gorra (y hace un sol de justicia), ni agua. Ya habrá alguna fuente. Es probable que lleve chanclas y vayan a un parque de arena.
- La educación: en casa de la madre perfecta no se oye una voz más alta que otra. Hay, ya lo hemos dicho, armonía. Cuando los niños hacen algo mal, no les castiga ni les manda al rincón de pensar. Ni por supuesto, les da un azote en el culo. Razona ese comportamiento con los niños, lo hablan entre ellos. Tampoco hay discusiones con el cónyuge sobre la educación de los pequeños. Es una balsa de aceite. Es una PUÑETERA balsa de aceite. La madre desastre chilla. De hecho, es probable que chille todos los días y puede que más de una vez. Pierde los estribos, suelta palabrotas delante del enano, al que manda al rincón de pensar cada dos por tres.
Y ojo, que hablamos de madres no porque estemos eximiendo a los padres de sus responsabilidades, que deberían ser las mismas que las nuestras. Sino porque esta sección está dedicada a nosotras...
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