SE CIERRA UNA ETAPA

Cuando tu hijo acaba primaria y no sabes si reír o llorar: el duelo silencioso de muchas familias

El final de primaria remueve emociones difíciles de nombrar. Muchas familias sienten un duelo silencioso entre orgullo y nostalgia. Te cuento por qué es normal y cómo sobrellevarlo.

Niño preadolescente

Niño preadolescente Freepik

Publicidad

Hay momentos que no parecen tan grandes desde fuera, pero que por dentro nos mueven todo. El fin de primaria, es uno de ellos, aunque bien lo sabemos, no es una despedida escandalosa… más bien, es como una pequeña sacudida que nos toma por sorpresa, mientras guardamos cuadernos, vemos trabajos escolares y escuchamos su risa al salir del salón.

No es que no supiéramos qué iba a pasar… lo sabíamos, pero saberlo no nos prepara. Y de pronto, estamos ahí, con todas las emociones mezcladas, entre el orgullo de verlo crecer, y la nostalgia de que ya no va a volver.

Lo que se cierra sin que nadie lo diga

Terminar primaria no solo es cambiar de nivel académico. Es cerrar una etapa que estuvo llena de cosas que no volverán a ser iguales: las manualidades, los dibujos con faltas de ortografía, y las pláticas inocentes antes de dormir.

Es cierto, muy cierto que todavía es un niño… pero, ya no como antes. Algo cambia cuando se acaba primaria, aunque no tenga nombre. Porque cada vez, comienza a alejarse un poquito más… y ojo, no es falta de amor, es evolución natural, y ese poquito ya se comienza a sentir.

No es algo de lo que se hable mucho. La mayoría dice "qué emoción que ya entra a secundaria" o "cómo pasa el tiempo", pero por dentro muchas familias viven una especie de duelo silencioso: alegría y tristeza entrelazadas, como dos caras del mismo amor.

Madre con su hijo
Madre con su hijo | Freepik

¿Y qué hacemos con lo que sentimos?

  • Primero: validarlo. No estamos exagerando. No estás siendo dramática; no es raro que te emociones sin razón aparente, pero que al mismo tiempo, te den ganas de llorar viendo una foto de cuando tenía cinco años, o bien, que quieras abrazarlo con una fuerza que no alcanzamos a explicar.
  • Segundo: Entender que sentir muchas cosas a la vez no es confuso, es profundamente humano; así que, alegrarte por sus avances, no cancelar la tristeza por lo que termina… ambos sentimientos pueden coexistir sin pelearse.
  • Tercero: Soltar la necesidad de controlar cómo deberías sentirte en ese momento. No todas las despedidas vienen con lágrimas, ni todos los cambios necesitan un discurso; a veces solo basta con estar presente, mirar con atención y reconocer internamente lo que está pasando.

Qué hacer para acompañarlos mejor

Lo que viene ahora es nuevo. Más independencia, menos explicaciones, más opinión, menos juegos simples; es normal que la relación también se reajuste.

La mejor forma de acompañar esta nueva etapa es desde un lugar de confianza, no de vigilancia excesiva; por ejemplo, escuchar más que corregir, estar cerca, pero sin invadir; y dejar claro con hechos y no solo con palabras que seguimos siendo su lugar seguro, incluso si ya no nos cuenta todo.

No tenemos que tener todas las respuestas. Solo presencia, calma y amor traducido en actos cotidianos, por ejemplo, en el cómo lo miramos, con qué tono preguntamos, y con qué paciencia sostenemos lo que viene.

Madre besando a su hija
Madre besando a su hija | Freepik

Porque crecer duele siempre un poco para todos, pero cuando se hace acompañado… se vuelve más llevadero.

Novamas» Vida

Publicidad