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A dos pasos de Gran Vía

Hattori Hanzô, una taberna japonesa en el centro de Madrid

No solo de sushi y tempura viven los restaurantes japoneses. En esta izakaya (taberna japonesa), que parece trasplantada desde un barrio de Kioto, se sirven okonomiyaki (pizza a la japonesa), brochetas a la parrilla o dorayaki, el famoso dulce de judías rojas que adora Doraemon.

El okonomiyaki al estilo Hiroshima. ¿Explosivo, verdad? Vale, mala broma.

El okonomiyaki al estilo Hiroshima. ¿Explosivo, verdad? Vale, mala broma.Hattori Hanzô

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Cuando Uma Thurman (La Novia) entra a ver a Hattori Hanzô en 'Kill Bill vol.1' (ay, qué goce para los sentidos) le pide sake templado. Hanzô se lo reclama a su empleado, que rezonga: "¿Sake? ¿A plena luz del día?". Hanzo responde enardecido: "¡Mañana, día, noche, da igual, siempre sake!". Ese es el espíritu de una izakaya japonesa: de puertas para adentro no existen el día o la noche. Funcionan sus propias reglas y rituales.

Hattori Hanzô es, aparte del tabernero/forjador de espadas salido de la formidable imaginación de Quentin Tarantino, el nombre de una taberna japonesa que acaba de abrir sus puertas en el centro de Madrid. Como si cogiéramos una izakaya de Kioto, una ciudad más tradicional que Tokio, y la hubiéramos transplantado a dos pasos de la Gran Vía. Entrar es cómo colarse por un portal teletransportador que nos acaba dejando en el barrio de Gion o sus alrededores. Y, efectivamente, puede lucir un sol radiante afuera que dentro nos va a parecer que estamos de parranda con unos amigos nipones sake va, sake viene.

Lo consigue una portentosa ambientación con poca luz, algún farolillo, un grafiti de resonancias mangakas y unos falsos tatamis en los que colar las piernas por debajo de la mesa. Más cómodos para los occidentales. También contribuyen al ambientillo los numerosos grupos de japoneses que suelen visitar el local. En un momento dado, te giras y te ves rodeado. Si no fuera porque tú y tu acompañante habláis (im)perfecto castellano, pensarías que estás en Japón. De verdad de la buena.

Por supuesto, la ilusión sigue delante de la mano de la comida. Superado el 'boom' del sushi y la tempura, aquí va la nueva generación de platos japoneses. Con una vocación de picoteo, entra bien la ensalada de pollo y pepino con vinagreta de miso picante y el primer plato fuerte es el cangrejo de concha blanda frito y acompañado con mayonesa de kimchi. El truco para poder comernos el caparazón, habitualmente duro, del crustáceo es estar atento a cuando muda para cogerlo en el punto en el que aún está blandito. Están en todo estos japos. Muy rico, aunque más convencional, es el karaage, pollo marinado y rebozado en almidón de patata que se presenta en unos vistosos “nidos” de mimbre. No habíamos dicho nada hasta ahora de la vajilla y elementos de menaje de Hattori Hanzo que, como no podía ser de otra forma hablando de un japo, están cuidadísimos.

Uno de los platos fuertes del local es la parrilla que tienen dentro y que, de alguna manera, divide los dos ambientes. Allí se preparan incesantemente todo tipo de delicias en forma de brochetas. Un ‘greatest hits’ puede tomarse si se piden “los siete samuráis”, una selección de las que han tenido más éxito desde que el restaurante abrió sus puertas y que incluye desde espárrago verde con sésamo hasta lomo bajo de Wagyu, pasando por pollo de corral o langostino tigre. La única duda es ver cuál de los samuráis caerá primero ante nuestro apetito voraz. Todos están bien trabajados en la parrilla.

El resto de carta alberga nuevas tentaciones como los bollos al vapor rellenos de curry o de panceta y pepino y que, poco a poco, y gracias a su presencia permanente en StreetXO o Nakeima, van convirtiéndose en favoritos de los madrileños filoasiáticos. También merece la pena pegarle un tiento al okonomiyaki, la mal llamada pizza japonesa: harina, fideos yakisoba, col, huevos, carne y los copos de bonito seco (kotsuobushi) que suelen bailar cuando el plato llega calentito a la mesa. Meterle mano no es fácil, ya que uno tiene la sensación de estar atacando una tortilla desestructurado, pero merece la pena, amigos.

Para el postre hay dos opciones igualmente encantadoras y que aseguran que nadie se vaya sin haber tenido un remate dulce. El primero es el dorayaki, el dulce relleno de pasta de judía roja que ama Doraemon y el segundo, los DIY S'mores, un guiño a los campamentos ya que se traen nubes a la mesa, que se calientan sobre un fuego. Cuando están blandas se meten entre dos galletas junto con chocolate con té verde. Una tentación para los chuchelovers y el perfecto guiño otaku.

En resumen, os digo (mientras saboreo una taza de sake templado en batín) que Hattori Hanzo es el restaurante japonés perfecto para aquellos hastiados de la sushimanía que quieran comer a un precio muy razonable. Eso sí, conviene ir pronto, no vaya a ser que un día se levante del sitio y despegue hacia su Japón natal de vuelta.

Hattori Hanzô. Mesonero Romanos, 15. Horario, de lunes a jueves de 13.30 a 16.30 y de 20.30 a 00.30.  Viernes y sábados, de 20.30 a 01.30. Domingos cerrados. Precio medio: 20-25 euros.

Pista Cocinatis: En breve empiezan con el ramen. Hace falta. No hay muchos sitios donde tomar buen ramen en Madrid.

 

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