"Mi viaje a Donosti" por @GerardoTecé

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CAPÍTULO 1 TEMPORADA 2 'ALLÍ ABAJO'

"Mi viaje a Donosti" por @GerardoTecé

@gerardotcmodelo y actriz, ser humano y mejor persona, vuelve esta temporada para comentar todos los nuevos capítulos de la segunda entrega de 'Allí Abajo'. "La primera vez que un andaluz pisa Euskadi, lo quieras o no, la cosa tiene un color especial. Recuerdo mi primera vez... Los vascos, en resumen, son andaluces criados en otro clima."

Carmen se ha plantado en Donosti con Iñaki. Y allí arriba la han recibido por la puerta grande: cuadrilla, peña gastronómica y tamborrada. Ahí lo llevas, Carmen. La primera vez que un andaluz pisa Euskadi, lo quieras o no, la cosa tiene un color especial.

"Los vascos son más andaluces de lo que un andaluz se imagina"

Recuerdo mi primera vez. Fue en un mes de julio y yo huía de los 40 grados a la sombra de Sevilla –mes de julio en Sevilla es Mordor sin playa, para quien no lo sepa- así que al salir de la estación de tren de San Sebastián lo primero que hice fue besar el suelo en plan Papa visitando países. No era tanto por respeto o amor por la nueva tierra pisada, que también, sino porque allí el clima era compatible con la vida y la supervivencia de la especie humana.Fue un besar el suelo del tipo: joder, me cago en la hostia, estoy vivo.

Aquella tarde en Donostia hacían unos estupendos veinte tantos grados, que eran justo veinte grados menos de los que había dejado yo atrás, por eso no me podía creer lo que escuché decir al taxista que me acercaba al apartamento en el que iba a quedarme: “ahí va la hostia, qué calor, a ver si llueve ya mañana”. Nos cruzamos las miradas a través del espejo retrovisor y mi mirada fue la misma que pone un niño de Somalia cuando escucha a un adolescente occidental quejarse de que le han puesto pepinillo a su Big Mac. ¿Calor? Mire, bájeme aquí mismo, que sigo andando, pedazo de impresentable, le iba a decir, pero no se lo dije porque no conocía la dirección del apartamento y llegaba cansado después de varias horas de viaje.

Cuando un sevillano viaja por primera vez a San Sebastián, además del climatológico recibe otros impactos. El primero, por supuesto, es el precio de las cosas. Todavía recuerdo el crédito que tuve que pedirle al banco por tomarme unas cervezas y pinchos en una terraza. Cuando me trajeron la cuenta pensé que a lo mejor era una tradición que la primera vez que visitas aquello tengas que invitar a todos los clientes de los bares de las manzanas de alrededor, pero no, el camarero me explicó que aquella cuenta era sólo por mis consumiciones. Paré a un par de ertzaintzas para explicarles lo que el camarero estaba intentando hacerme, pero le dieron la razón a él, así que tuve que irme con mi DNI  a pedir un crédito a la sucursal Kutxabank más cercana.

Otra cosa que sorprende de Euskadi es que los vascos son más andaluces de lo que un andaluz se imagina. Mi rutina mañanera aquellos días era salir del apartamento e irme dando un paseo hasta la playa de la Concha para darme un baño (creo que bañarse allí era gratis, aunque todavía tengo la mosca detrás de la oreja por si un día me llega una factura multimillonaria por aquello).

"Tuve que pedirle al banco un crédito por tomarme unas cervezas y pinchos en una terraza"

Para salir del apartamento tenía que esquivar a la vecina de enfrente, que sacaba a su perro a la hora que yo salía. Si yo salía a las 11 de la mañana, el perro meaba a las 11, si yo salía a las 12, la vejiga del perro tenía que aguantar un poquito más. La vecina, vasca de pura cepa, quizá entusiasmada por ver de cerca un sevillano de esos, no paraba de hablarme y contarme su vida, que es una cosa muy andaluza. Cada día, la escena acababa de la misma manera, el perro desesperado meándose dentro del portal y yo desesperado porque los franceses iban a tomar cada centímetro de esa playa si la señora no me liberaba.

Lo de la gente que te secuestra hablando es un fenómeno muy habitual en Sevilla. Aquí abajo hay veces que subes a un autobús tú solo, y al bajar cinco paradas después, un señor te está ofreciendo ser padrino de su hijo o una viejecilla te da su teléfono por si necesitas algún día un buen caldo de puchero que sólo ella sabe hacer. En ese sentido los vascos te hacen sentir como en casa a base de hablarte hasta que duele. No sólo la señora del piso de enfrente, también la de la tienda de pan de abajo (de la que supe que su hijo está en Madrid trabajando y comparte piso con un extranjero -uno de Logroño- y que su hija está en Francia haciendo un master de no se qué cojones), el de la ventanilla del tren, al que le preguntabas por la ruta hasta Zumaia y te contaba que el concejal de allí es su primo, que va a preparar esa tarde barbacoa, que te pases. Los vascos, en resumen, son andaluces criados en otro clima.

El último impacto que uno recibe al llegar a Donostia es lo bonita que es la ciudad. Y mira que uno viene de Sevilla, pero la ciudad es tan, tan bonita, tan perfecta, que pierde la gracia.

Queridos vascos, ahí la habéis cagado. Cuando dejéis un par de desconchones por las paredes, un socavón en la acera, aquello será insuperable.

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