Rivera y amigos
Silvia Marsó revela que ha rechazado ofertas millonarias "para hacer una carrera solvente"
Fran Rivera ha charlado con la actriz Silvia Marsó. La intérprete ha repasado su trayectoria y ha contado algunos aspectos desconocidos de su vida como la curiosa procedencia de su nombre artístico o la huella que dejó en su familia la ludopatía.
Cuenta Silvia Marsó que cuando a los 10 años dijo "Quiero ser actriz" no le tomaron en serio. Esa pasión nació en ella viendo la película 'El espíritu de la colmena '. A partir de ahí continuó en su propósito hasta que conoció el instituto de teatro de Barcelona y comenzó sus estudios de interpretación.
Precisamente de esa etapa conserva su nombre artístico. Y es que el apellido Marsó es un homenaje al mimo de mimos Marcel Maceu. Cuenta que Marceu impartía una clase magistral a los alumnos del instituto en Lyon (Francia) a la que ella no pudo asistir porque tenía 14 años. A partir de ese día se dijo: "No he ido a su clase magistral pero si algún día soy actriz me llamaré Silvia Marsó".
Su salto a la fama llegó con el concurso Un, dos, tres. Recuerda que aquella oportunidad le abrió las puertas a los hogares de toda España. Tenía 18 años y pudo hacer números musicales que nunca se habían visto en España como 'A Chorus Line'. "Fue una experiencia de aprendizaje absoluta", asegura.
Silvia Marsó puede decir que el dinero no lo es todo. Ha rechazado muchas "ofertas millonarias de las antiguas pesetas". Nunca ha movido su carrera ni su vida por el dinero. No se reconoce como ambiciosa económicamente y ha rechazado proyectos con cadenas privadas que le ofrecían ser su presentadora oficial "simplemente por hacer una carrera solvente desde la interpretación". Cree que si eres tan mediática no dejas de ser tú, eres tú haciendo de personajes.
Procura prepararse bien sus papeles y que tengan algo que decir al espectador. Prioriza las obras de sentido crítico que provocan el pensamiento y la reflexión en el espectador. "Lo importante es que el espectador salga tocado", mantiene.
Cuenta Silvia que cuando produjo 'Veinticuatro horas en la vida de una mujer' quedó fascinada por la historia. La obra narra la vida de una viuda aristócrata que huyendo de una depresión se encuentra con un muchacho jovencísimo en el casino de Montecarlo que se está jugando una fortuna. Le tocó mucho esta novela porque su padre fue ludópata y sabe que "eso destroza a una familia". "Sufrimos mucho en mi casa por este tema". "Hay que decirle a las familias que cada vez hay más adolescentes enganchados al juego porque las salas de juegos están en los barrios y en el móvil, que estén muy atentos cuando vean a alguien que no pueda dejar de jugar aunque sea matando marcianitos", advierte.