LA COCINA POPULAR TIENE SUS COMPLICACIONES
Cómo freír un huevo
Hace unas semanas explicábamos lo complicado que es freír bien unas patatas. Y lo mismo ocurre, para qué nos vamos a engañar, con uno de sus fieles compañeros de batallas, los huevos. Si sigues estos diez consejos freirás huevos como nadie, no habrá más yemas rotas en la sartén y tu arroz a la cubana será un auténtico escándalo (siempre, claro, que no le pongas ketchup).
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No nos engañemos: freír un huevo es mucho más complicado que vérselas con un foie micuit sobre lecho de frutos del bosque caramelizados y crocanti de anacardos. ¿O acaso a ti te salen bien? ¿O tal vez tú eres de esas personas a las que jamás se les ha roto la yema en la sartén? ¿De esa gente, esos extraños individuos, que jamás han tenido que enfrentarse a la disyuntiva de qué hacer en ese momento crucial: tirar el contenido de la sartén a la basura y olvidar para siempre que ese huevo ha existido o ser consecuente con los propios errores y comerse ese esperpento de textura horrible? Porque ese tipo de dilemas morales, son, al fin, los que a uno le hacen crecer como persona. Y si eres de los que están en un nivel suficiente de crecimiento personal y ahora te has propuesto freír huevos como los ángeles, sigue estos consejos.
1- La sartén, lo más importante. La sartén debe ser absolutamente antiadherente, la más nueva que tengamos en casa, una sartén que tengamos reservada, a poder ser, para estos menesteres. Nada de las típicas sartenes de hierro que utilizamos para otras cosas y que se pegan una barbaridad, ni siquiera una sartén de teflón de esas que ya tienen mucho trote y se pegan por algunas partes. Sartenaza, pues, o todo lo que hagamos después no va a servir de nada.
2- Los huevos siempre a temperatura ambiente. Normalmente no solemos acordarnos de sacarlos de la nevera unas horas antes, pero en la medida de lo posible debemos tener en cuenta que si los huevos están a temperatura ambiente su fritura va a ser mucho más sencilla. Si el huevo está frío, el contraste con el aceite hirviendo va a hacer que salte, y por lo tanto tendremos más riesgo de quemarnos.
3- El huevo se casca en un cuenco. Hemos de eliminar para siempre el hábito de cascar el huevo directamente en la sartén, cosa que solemos a hacer a dos palmos de ésta y que suele ser la causa principal del fracaso de muchos huevos fritos. Si lo cascamos en un cuenco, podremos hacerlo más cerca del recipiente y correremos menos riesgos de que el huevo se nos rompa. Además, cuando lo pongamos en la sartén, todo el huevo caerá a la vez en el recipiente y se calentará por igual. Si echamos el huevo directamente en la sartén caerá antes una parte de la clara, que se cocinará antes, y además, y esto es innegable, existe una parte de miedo al aceite hirviendo que hace que nos pongamos nerviosos y el gesto seco de cascar el huevo sea menos certero.
4- Salamos en el cuenco. Así, no tendremos que salar cuando el huevo está en la sartén, un momento en el que nos dedicaremos en exclusiva al manejo de la espumadera.
5- El aceite, que sea de oliva virgen extra. Su sabor es inconfundible y es uno de los protagonistas de este plato sencillo pero con sus particularidades. Además, es un aceite muy sano, procedente de aceitunas en excelente estado recién arrancadas del árbol, muy sabroso, que va a sentar de maravilla a nuestro huevo. Evitemos, en la medida de lo posible, los aceites vegetales.
6- El aceite debe estar muy caliente. Si no tiene la temperatura óptima, nuestro huevo va a fracasar. Para saber cuándo ha alcanzado la temperatura óptima, debemos comprobar si ha empezado a chispear. Con que el aceite cubra un dedo aproximadamente el fondo de la sartén tendremos más que suficiente.
7- Una vez esté el huevo en la sartén, dejamos que se cocine la parte de abajo y vamos reventando las burbujas con una espumadera. Cuando la base del huevo esté cocinada (cosa que le llevará apenas medio minuto) pero la parte de arriba siga estando gelatinosa, sostenemos el mango de la sartén con una mano e inclinamos ligeramente y con la otra una espumadera con la que iremos cubriendo el huevo con aceite de los lados de la sartén.
8- Retiramos firmemente con una espumadera grande, que nos permita trasladar sin problemas todo el huevo, y colocamos en el plato. Hay quien prefiere salar en este momento, aunque nosotros optamos por salar cuando el huevo está en el cuenco.
9- Escojamos, en la medida de lo posible, huevos ecológicos (los que llevan el número cero en los códigos de barras), pues son mucho más saludables, consistentes, muchísimo más sabrosos y, afortunadamente, no mucho más caros.
10- Lo mismo ocurre con el pan. Escojamos harinas alternativas al trigo, y en la medida de lo posible, panes ecológicos elaborados con ingredientes cien por cien naturales, a la antigua, con masa madre, y sin duda el sabor de nuestro huevo va a ser otra cosa.
Y ahora, descorcha un vino, que la ocasión lo merece... ¡y buen provecho!
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