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La escritora barcelonesa Ana María Matute, galardonada hoy con el Premio Cervantes, ha asegurado que su obra ha estado marcada por un deseo de expresar la pérdida porque "vivir es perder cosas", ha dicho, un pesimismo vital presente desde el primer hasta el último de los relatos que ha escrito. La veterana narradora de 85 años, una de las cinco académicas de la Lengua -honor que ostenta desde 1998- ha explicado en rueda de prensa estar "contentísima" con un premio que no ha podido evitar reconocer que le "encanta" y cuya concesión, por los rumores que corrían desde hace días, no le dejaron dormir anoche.
"He dado toda mi vida a esto que es escribir, a ser parte de la literatura", ha dicho la autora de "Los Abel", para quien el Cervantes le llega como un reconocimiento "sino a la calidad, sí al esfuerzo, a la entrega total de una vida", ha afirmado modesta, para a continuación, intentar gritar con tenue voz: "he conocido poca gente que diga que es enormemente feliz, yo lo soy y ya está".
"Uno no escribe para ganar premios, habrá quien lo haga, pero no entro en esas ferias; aunque si te lo dan.... maravilloso", ha insistido la autora de "Olvidado Rey Gudú", quizás su libro favorito, aunque cuando se le pregunta cuál de sus obras recomienda a las nuevas generaciones, afirma rauda: "todas". Matute cree que su galardón y la reciente entrada de Soledad Puertolas en la Academia de la Lengua, hacen de estos días un momento dulce para la literatura en castellano hecha por mujeres.
"El machismo está quedando lejos, se están dando pasos importantes sobre todo en la Academia y está muy bien". La escritora explica que no conoció a las otras dos galardonadas del Cervantes, ni a María Zambrano, -"que era mucho mayor que yo"- ni a la cubana Dulce María Loinaz, de la que "no sabía quien era". Sin rencor, la escritora apunta que los críticos, "un poquito malignos", no supieron donde ubicarla cuando desembarcó en la literatura en los años cuarenta. "No tenía ni idea de lo que me decían, España estaba tan cerrada que no se enteraba de nada", ha explicado de una época de la que tampoco quiere dar los nombres de su generación con los que se siente más próxima.
"Nunca doy nombres si me lo preguntan, porque sino se sienten celosos; pero estábamos todos unidos contra la censura, contra una dictadura y lo digo de verdad", remarca. Algo de ese pesimismo presente en su obra, afloró en lo personal en los años en los que estuvo apartada de la literatura, un silencio literario, que sufrió mucho y del que le ayudó a salir la agente literaria Carmen Balcells, que la animó a rematar "Olvidado rey Gudú".
Citando a Borges, la escritora, reconoce que está más orgullosa de los libros que ha leído que de los que ha escrito. "Leer es un parte esencial de mi vida, la mitad me la he pasado leyendo, a Dickens a Dostoievski... he sabido de los sentimientos gracias a ellos", indica Matute, que cita también los cuentos de Chejov como la puerta que le llevó a la literatura. En estos momentos, la escritora acaba de descubrir la novela negra.
"Me encanta, me gusta lo que hacen algunas 'chicas suecas', aunque soy mala con los nombres" afirma Matute, que no ha leído las novelas de la serie Millenium, pero sí "Mystic River", de Dennis Lehane. Lamentablemente, dice no estar dotada para este género que califica de mayor, ya que es un reflejo de la sociedad. Mientras lee, sigue escribiendo. Da pocas pistas de su futuro libro, no adelanta si discurrirá por derroteros fantásticos u optará por el lado más intimista de su trayectoria. Ana María Matute, académica de la lengua y narradora, es la tercera mujer que en los 35 años del Cervanten recibe este premio, después del que recibieron la ensayista María Zambrano (1988) y la poeta Dulce María Loynaz (1992).
Para Juan Marsé, Premio Cervantes 2008 y miembro del jurado, en la obra de Ana María Matute existe una "sorprendente" conjunción entre realismo y lo fantástico. La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, ha sido la encargada de anunciar el premio en un encuentro con la prensa y ha manifestado su la admiración que profesa a Matute, una escritora "con un mundo propio y un lenguaje propio".
"Quizá las mujeres de mi generación hemos tenido más fácil dedicarnos a la creación de lo que ellas lo tuvieron". Matute "es un ejemplo maravilloso para todas las mujeres que nos dedicamos a la cultura", ha afirmado la ministra, de 45 años y cineasta de profesión. Marsé ha indicado que otro elemento clave en la obra de la novelista catalana es "el bosque", esa palabra "tan importante" para ella y una de sus grandes obsesiones literarias, como ella misma dijo en 1998 en su discurso de ingreso en la Real Academia Española. "El bosque es para mí el mundo de la imaginación, de la fantasía, del ensueño, pero también de la propia literatura y, a fin de cuentas, de la palabra", afirmaba en aquella ocasión esta escritora, "predestinada a la literatura desde niña". El jurado realizó seis votaciones antes de emitir su fallo por mayoría.
Como cada año, hubo otros candidatos, y, según diversas fuentes consultadas, el escritor Antonio Muñoz Molina quedó finalista en esta edición del Cervantes. El jurado estuvo formado también por José Eduardo Arellano, Fernando Galván, Luz Elena Gutiérrez de Velasco, Juana Salabert, Esther Tusquets, María Luisa Ciriza, Salvador del Río y Aldo Rufinato.
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