En pleno éxito con el musical Jekyll & Hyde, Raphael se da cuenta de que no está bien. No se reconoce frente al espejo. Como en el musical que protagoniza se ha convertido en dos hombres. Uno es el profesional que sale a escena y que gracias al maquillaje, la auto-medicación imprudente y las luces, parece sano y feliz. Pero a solas, en el camerino se descubre el otro. La imagen que el espejo le devuelve es la de un hombre hinchado y demacrado, un hombre enfermo.
Aunque al principio, Raphael, niega esta situación y retrasa el acudir a los médicos sin dejar de trabajar incansablemente, al final, su familia consigue convencerle de que se haga un chequeo y lo ingresan enseguida para hacerle pruebas. Raphael se pone en manos de los médicos, tiene el hígado destrozado, tiene Hepatitis B. Le queda un año de vida. Necesita un trasplante, pero Raphael se niega en rotundo a la intervención. Comienza así una cuenta atrás en la que la enfermedad se hace presente mostrando su lado más oscuro. Noches en vela con terribles picores, desvanecimientos, un progresivo deterioro del artista.