En Madrid, Juana y su marido viven con el corazón en un puño, pensando que cualquier día los van a echar a la calle. Ya ni siquiera saben cuanto le deben al banco y están gravente enfermos. Ambos pidieron un crédito de 15 millones de pesetas en el año 1999 para adaptar la casa, pues ella se encuentra en una silla de ruedas.
El banco le negó el crédito pero una financiera que se presentó en nombre de la entidad bancaría se lo ofreció y ellos aceptaron. Hoy en día deben hacer frente a una mensualidad de 2.300 euros cuando apenas cobran 600 euros de pensión al mes. "Cada vez que suena el timbre de la puerta creo que vienen a desahuciarlos. No me importa que el banco se quede con la casa, pero que al menos nos dejen vivir aquí hasta que muramos", reclama.
Por su parte, en Málaga, Felisa es una mujer discapacitada de 60 años. Tiene su casa pagada pero se puede quedar en la calle porque avaló a su hijo y a este no le fueron bien las cosas. Felisa padece psoriasis y su abogado le ha pedido que no salga de casa para que no se aprovechen de su ausencia y los agentes judiciales puedan entrar.