ACEPTAR Y PONER LÍMITES
Verano con la familia política: Cómo sobrevivir a la convivencia con suegros y cuñados
La convivencia con la familia de tu pareja puede ser muy estresante o incómoda, sobre todo si los valores o modo de proceder son muy diferentes a los tuyos. Hay que aceptar que no siempre nos apetece estar con los padres o hermanos de nuestra pareja y que también puede pasar al revés.

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Muchas personas se sienten culpables por no tener ganas de ver a su familia política. Lo interpretan como una señal de que algo va mal en su relación o temen que su pareja se lo tome como algo personal. Sin embargo, esta sensación es mucho más común y natural de lo que parece.
El objetivo no es tener una relación perfecta con la familia política, sino una relación sostenible, en la que puedas estar sin dejar de ser tú.
¿Por qué no me apetece estar con la familia de mi pareja?
No todas las relaciones se dan de forma espontánea. Hay muchos motivos legítimos por los que puede no apetecerte compartir tiempo con la familia de tu pareja:
- No hay afinidad o intereses en común. Por ejemplo: si a ti te gusta hablar de libros y naturaleza y a la familia de tu pareja de fútbol y cotilleos. Aunque no haya nada malo como tal en el ambiente, sí que te puedas sentir fuera de lugar sin nada que aportar.
- Las reuniones son ruidosas, tensas o incómodas. Por ejemplo: puede parecerte que en esos encuentros con la familia de tu pareja todos hablen al mismo tiempo, haya discusiones constantes y los temas suelan derivar en reproches.
- Has vivido experiencias previas negativas con ellos. Por ejemplo: haber vivido ocasiones en las que un miembro de la familia haya dicho comentarios despectivos sobre tu trabajo delante de todos sin que nadie te defendiera ni dijera nada al respecto. Puede que ese recuerdo se reviva en cada encuentro.
- Necesitas descansar o priorizar tu espacio personal. Por ejemplo: puede que simplemente después de una semana con mucho trabajo y poco sueño prefieras descansar antes que hacer planes con la familia de tu pareja.

La familia política no se elige
Al igual que no puedes escoger a tu familia de origen, tampoco eliges a la familia de tu pareja. Este vínculo viene dado, y aunque en algunos casos puede construirse una relación cercana, en otros simplemente no hay conexión.
En esos casos es importante comprender que:
- No tener afinidad no implica que seas una persona conflictiva.
- Puedes tener una buena relación de pareja sin tener una relación estrecha con su familia.
- No forzar lo que no fluye también es una forma de respeto.
Por ejemplo: puedes tener una suegra encantadora, pero con la que no tienes absolutamente nada en común. No discutís ni hay tensión, pero las conversaciones pueden percibirse como forzadas y agotadoras.
La emoción de culpa
Muchas veces, lo que más pesa no es la relación en sí, sino la culpa por no disfrutarla. Esta culpa suele venir de:
- Expectativas sociales. Parece que todos deberíamos llevarnos bien con suegros y cuñados.
- Comparaciones con otras parejas. A veces vemos relaciones de amistades con sus familias políticas que son (o parecen) idílicas y tendemos a compararnos.
- Miedo a decepcionar a tu pareja. Podemos llegar a pensar que nuestra pareja va a juzgarnos si expresamos que no queremos estar con su familia tanto tiempo.
Pero sentir culpa no siempre indica que estés haciendo algo mal. A veces, simplemente indica que estás priorizando tus necesidades, algo que también es importante.

Poner límites es sano
No tienes que elegir entre una ruptura total o asistir a todos los encuentros familiares. Existen puntos intermedios que pueden ayudarte a mantener una relación cordial sin que suponga un sacrificio emocional.
Puedes plantearte límites como:
- No acudir a todas las reuniones, solo a las que realmente te apetezcan.
- Acortar el tiempo de estancia.
- Hablar con tu pareja sobre cómo te sientes y buscar acuerdos.
Mi pareja se enfada si no voy con su familia
Es comprensible que tu pareja se sienta incómoda o triste si percibe distancia con su familia. Pero cuidar tu bienestar no implica descuidar la relación. Es cuestión de comunicación y de empatía.
- Explica cómo te sientes sin atacar a su familia.
- Propón soluciones intermedias que os funcionen a los dos.
- Recuerda que una relación sana se basa en el respeto mutuo, no en la imposición.
Por ejemplo, puedes decir a tu pareja: "Me doy cuenta de que para ti es importante ver a tu familia, pero necesito hacerlo de forma puntual porque me siento muy incómodo en esas reuniones. ¿Podemos buscar un equilibrio?"
No te hace peor persona ni peor pareja que no te apetezca ver a tu familia política. A veces, lo más sano es aceptar esa emoción, explorar sus motivos y decidir cómo actuar desde la honestidad y el respeto. Por lo tanto, recuerda: está bien que no te apetezca, está bien que pongas límites y está bien que priorices tu salud emocional.
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