Las 5 cualidades que hacen que parezcas más fiable

Todos nos hemos perdido alguna en una ciudad que no es la nuestra, y aunque ahora las nuevas tecnologías nos lo han puesto fácil con el ‘Google Maps’, son muchos los que siguen optando por la vieja usanza y preguntan a desconocidos que se encuentran por la calle. Pero ¿qué hace que inconscientemente nos decantemos por preguntar a alguien determinado?

¿Quieres saber qué es lo que nos hace confiar en una persona que acabamos de conocer de fiesta o en una cena de empresa? A continuación, te mostramos cuáles son los 5 rasgos que hacen que no desconfiemos de un desconocido.

1. El parecido físico: en un estudio llevado a cabo por el departamento de psicología de la Universidad Royal Holloway de Londres, tras unas pruebas realizadas a sus participantes se descubrió que confiamos más en aquellas personas a las que le encontramos un parecido físico con alguien cercano a nosotros.

2. La humildad: tendemos a confiar más en aquellas personas que a priori nos parecen humildes, por ejemplo, cuando a alguien se le concede un premio y muestra sentimientos de vergüenza en lugar de superioridad o prepotencia.

3. El olor: según el olor que desprenda la otra persona o el ambiente en el que nos encontremos, confiaremos o no el otro. Si un desconocido exhala un olor que nos resulta familiar, la probabilidad de que nos inspire más seguridad es mayor. Esto se debe a que el nervio olfativo está directamente conectado con la parte del cerebro que rige la confianza en los demás. La lavanda es uno de los olores que suele producir más confianza, debido a su efecto calmante.

4. Los amigos en común: en un estudio de la Universidad de Columbia se comprobó que, si un estudiante recibía una solicitud de amistad en Facebook de alguien con quien comparte más de 11 amigos en común, esa persona era aceptada en el 80% de los casos. Por el contrario, si no tenía amistades en común sólo aceptaba la petición un 20% de los universitarios.

5. El lenguaje corporal: algunos gestos ayudan a que estemos más dispuestos a confiar en la otra persona. Por ejemplo, si nos presentan las palmas de las manos abiertas cuando nos responden o se dirigen a nosotros, si asienten ligeramente con la cabeza cuando nos hablan o si mantienen un contacto visual durante la conversación.