Las malas compañías llevaron a Laura, con 16 años, a entrar en el mundo de las drogas. Todo empieza en el barrio salmantino de Buenos Aires, un lugar donde la vida no vale nada y donde la droga circula a todas horas y a plena luz del día. "Hay mala gente, mal ambiente. Hay narcotraficantes a los que no les importa nada, ni la vida de nadie", asegura Juan sobre el barrio de Buenos Aires.

Una llamada de la comisaría diciéndoles a Juan y su esposa que Laura está detenida, les abre los ojos sobre la realidad de su hija. "Fue entonces cuando nos enteramos de todo", asegura. La decisión personal de Juan de intentar sacar a su hija de ese mundo vino cuando fracasaron todos los intentos anteriores. "En el momento en que no veo una salida pues mi hija va a centros y nada de nada es cuando me doy cuenta de que tengo que tomar la decisión yo. Es una lucha mía para salvar a mi hija".

Juan tuvo que hacerse pasar por toxicómano y se vistió como uno de ellos para intentar recabar información de su hija. Encargó hasta una pistola. "Llegué a un punto en el que no me importaba matar. No me importaba nada", sentencia. A su hija la vendieron en una trata de blancas y acabó en Oporto a donde llegó a viajar Juan y se reunió con el narcotraficante. "Le invité a cenar y le fui tiranto puntadas. Le ví asustado, porque yo también había movilizado a toda la policía de Oporto". "En Oporto vi lo que nunca había visto y tuve miedo. La encontré después de preguntar mucho y la ví demacrada, delgada, sin fuerzas. Solo nos pudimos abrazar. Decidí que íba a por todas estaba seguro de que acabaría muerto o en la cárcel, pero tenia que salvar a mi hija".

Al final de todo y tras cinco años de infierno, Juan ha logrado sacar a su hija de la droga y encara el futuro con optimismo. "Me encuentro cada día mejor. Estoy muy contenta. Quiero darle las gracias a mi padre y a mi familia por todo lo que me han ayudado". nos ha contado Laura por teléfono.