Nadie sospechó nunca de él pero las imágenes de las cámaras de seguridad de la residencia le delataron . En ellas se veía cómo Joan Vila, el celador de la residencia de ancianos de Olot, iba desde los cuartos de la limpieza hasta las habitaciones de los ancianos. Su modus operandi era siempre el mismo. Les administraba letales mezclas de barbitúricos, insulina y lejía, éstas últimas con una jeringuilla en la boca para no dejar huellas.
Vila no sufre trastorno de personalidad, ni alteraciones en sus capacidades cognitivas. Es la conclusión de los dos psicólogos que han analizado para el Juzgado de Gerona la personalidad de Joan Vila.
"A los 20 años, inicia tratamiento psiquiátrico y psicológico. Se le diagnostica un transtorno ansioso depresivo y tendencias obsesivas". Tendencias que le llevaron a asesinar a 11 ancianos a los que cuidaba en la residencia La Caritat de Olot. El por qué de ese comportamiento está muy claro para él, "ayudar a los ancianos a hacer su tránsito de la vida hacia la muerte".
Los psicólogos observan sorprendidos que Vila no muestra ningún síntoma de arrepentimiento. En al menos tres casos, acabó con sus víctimas de forma especialmente cruel: haciéndoles beber productos corrosivos, como lejía. "Cree que en parte no está mal lo que ha hecho, aunque sabe que ante la ley son hechos delictivos".
También ante los psicólogos, ha explicado que llevaba meses consumiendo mezclas de alcohol y medicación que le provocaban gran euforia. "En todo momento era consciente de sus actos, aunque a veces se sentía con tanta energía como si fuera Dios". Una personalidad forjada, según los psicólogos, en un "ambiente familiar estable", aunque durante su adolescencia se sintiera marginado por su condición de homosexual.