Tras haber pasado la noche asistiendo juntos a un parto, Tristán acompaña a Pepa al pueblo, aunque ella se mantiene firme, su corazón grita con fuerza el nombre de su amado.

El señor Antúnez sigue empeñado en comprar la taberna y el alcalde se hace el cuento de la lechera en la cabeza, esperando que Raimundo entre en razón. Sin embargo Raimundo tiene otras cosas en las qué pensar: sus campos.

Por los Castañeda se entera de que Francisca ha desviado el curso del río y estos roban dinamita para acabar de una vez por todas con el problema. Piensan hacer volar la presa. Pero Raimundo, hombre racional, no consiente tal disparate y logra pararlos a tiempo.

En un paseo por el campo Tristán descubre a su hermana, Soledad, con Juan a los que amenaza con no poder verse más.

Angustias, por su parte, sigue mostrando un miedo irracional hacia el fuego y Tristán y Pepa son testigos de ello. La joven partera sigue indagando en el pasado de la mujer que ahora, a ojos de todos, es la madre de Martín y descubre la versión que tiene Tristán del incendio en la casa de Carlos Castro.