Se produce la esperada inauguración de la sucursal bancaria que dirige Fernando del Caz. Sara y Roberto, como dos de los empresarios más emergentes de la zona, asisten.

Roberto es consciente de que Eugenia no ha venido recuperada del sanatorio mental. La Montoro persiste en sus deseos de continuar con la aventura romántica iniciada con su hermano y ante las reticencias de Roberto.

El Pirri tiene decidido terminar con su fugaz vida de bandolero. Eso no es para él y así debe aceptarlo el Chato. Pero los planes del Pirri de retomar su antigua vida se verán truncados por culpa de un encontronazo con Mendoza y sus mercenarios.

En la posada, la Maña ve que su hora ha llegado precipitadamente. La mujer todavía tiene tiempo de despedirse de Pepe, a quien declara su eterno amor.