Aquilino encaja como puede la revelación de su paternidad sobre Ismael y Juana termina por disipar sus miedos y dudas, haciéndole ver que, al fin, tienen el camino despejado para cumplir con sus deseos sentimentales.

Marcelino, con la ayuda de Maruxa, consigue, de los empresarios catalanes, la distribución de sus embutidos.

La obsesión de Bonilla le lleva hasta el punto de enfrentarse con un policía secreta, creyendo que es un terrorista.