Juan decide que ha llegado la hora de la verdad y, en un momento de arranque, decide pedirle matrimonio a Clara delante de todo el mundo, en plena calle.

Cristina cuenta a Ismael que Juana la intentó sobornar para que se alejara de él y le da como prueba el cheque que la señora Blasco le dio. Ismael decide enfrentarse a su madre.

Encarna, apenada por la triste vida de Fortunato, le azuza para que se rebele contra su hermana y viva su propia vida lejos de Madrid si fuera necesario.

Marcelino da por zanjado el negocio de los chorizos catalanes por problemas sanitarios y decide centrarse exclusivamente en su mujer y en el trabajo del bar.