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TRASTORNO OBSESIVO-COMPULSIVO

Dermatofagia: los riesgos de comernos nuestra propia piel

La dermatóloga Carolina Carrera nos explica cómo se desarrolla este hábito, las posibles complicaciones y cómo tratarlo.

Dedo herido

Dedo heridoiStock

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¿Te muerdes la piel alrededor de los dedos, los nudillos o la mucosa oral? Sí tu respuesta es afirmativa, puede que sufras dermatofagia. Esta palabra, que probablemente te suene ajena al oído, en realidad, responde a un trastorno psicológico bastante común caracterizado por comerse la piel de uno mismo. Para que esta práctica se considere como una patología psicológica se debe producir de forma compulsiva.

Seguro que, si te sientes identificada con este hábito, habrás observado que en algunas ocasiones las mordeduras pueden dar lugar a heridas o pequeñas infecciones. Y, como puedes deducir, esto tiene ciertos riesgos para la salud que deberías tener en cuenta.

Para saber a qué nos exponemos si padecemos de dermatofagia y cómo podemos tratarla, en NovaMás, hemos hablado con la dermatóloga Carolina Carrera. A continuación, te explicamos todo lo que debes saber sobre este trastorno.

¿Cuándo padecemos dermatofagia?

Según la doctora Carrera, estetrastorno, también conocido como dermatodaxia, ocurre con "el hábito de morder, con o sin comer, nuestra propia piel. Las partes corporales más frecuentes son los dedos, los nudillos y, en ocasiones, las rodillas".

Sin embargo, también hay personas expresan este comportamiento compulsivo mordiéndose los labios o el interior de la boca. El problema está en que podemos dejar las zonas mordidas ensangrentadas o dañadas, dando lugar a una infección.

¿Por qué nos mordemos nuestra propia piel?

Carolina Carrera apunta que la dermatofagia se encuentra dentro del "grupo de las enfermedades del control de los impulsos (trastorno obsesivo- compulsivo)". Por lo tanto, como todas las patologías de este tipo, el origen puede ser multifactorial, aunque siempre tiene una base psicológica: "ansiedad, nerviosismo, estrés... Suele comenzar en la infancia", señala la dermatóloga.

Mediante el acto de mordernos a nosotros mismos damos respuesta al nerviosismo o a los síntomas fisiológicos inherentes a la ansiedad o al estrés. En este sentido, el hecho de morder es una vía para aliviar la tensión y canalizar posibles sentimientos o emociones negativas.

Por esta razón, la dermatofagia también se expresa como manera de transitar por un dolor emocional. Es decir, se busca experimentar un dolor físico para descentralizar una posible aflicción emocional.

¿Qué riesgos puede tener para la salud?

"Desde el punto de vista dermatológico, los principales riesgos o complicaciones son la liquenificación (endurecimiento) de la piel y la formación de úlceras y heridas que pueden infectarse", advierte Carrera.

"Si la afectación es en la piel alrededor de las uñas, puede ocurrir inflamación crónica de las cutículas, infecciones por hongos de la piel y uñas, hasta deformidad de la lámina ungueal y de la forma de los dedos", continúa la doctora.

Es decir, la dermatofagia da lugar a lesiones en piel, boca y dedos, y acaba configurándose como una estrategia de afrontamiento de los problemas para las personas que la padecen. Pero, evidentemente, este hábito dañino no se contempla como una manera adecuada y efectiva de resolver los conflictos y emociones.

¿Existe algún tratamiento contra la dermatofagia?

La doctora indica que, debido a que se trata de un trastorno obsesivo-compulsivo, la mejor manera de tratar la enfermedad es acudir a un profesional psicólogo o psiquiatra. Este es el que mejor nos puede ayudar a llegar a la raíz del problema. Por otra parte, según Carrera, los dermatólogos serán los especialistas que se encargarán de tratar los daños que haya sufrido la piel.

Además de ponernos en manos de un especialista, también es bueno detectar los momentos en que se está produciendo el hábito y buscar un acto sustitutivo que sea incompatible con mordernos la piel. Por otro lado, como una de las causas de la dermatodaxia es el nerviosismo o estrés, también es adecuado practicar técnicas de respiración y relajación.

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