Tercero en el certamen de cata por parejas Vila Viniteca
Un joven ciego, uno de los mejores catando vino
Distinguir denominación de origen, bodega y añada entre miles y miles de vino no es un reto al alcance de cualquier. Santiago Cadavid, de solo 20 años, quedó tercero en el certamen de cata por parejas Vila Viniteca. Muchos se sorprenden al descubrir que Cadavid, ese prodigio de la cata, es invidente.
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A muchos les sorprendió que un ciego participara en un concurso de cata de vinos por parejas. Y a muchos otros les faltó tiempo para sonreír bajo el bigote al leer que Santiago Cadavid, que así se llama el protagonista de este artículo, fuera de los mejores. Tercero. ¿Morbo, sorpresa? De todo un poco, seguramente.
Pero hablar con este joven alicantino de 20 años ayuda a despejar dudas sobre lo que supone para los sentidos una cata de vinos y lo mucho, poco o nada que influye una ceguera congénita como la suya en una competición de tan alto nivel como la que organizó Vila Viniteca en marzo del 2014 en Barcelona, a la que se presentó con Rafael Reyes (restaurante La Masía del Checho), mejor sommelier de España del 2011.
Cadavid dispara con una pregunta a la pregunta que a todo el mundo le ronda por la cabeza. "¿Es un handicap no ver el vino que bebes?". Respuesta: "¿Para ti supondría un problema muy grande catar vinos con un antifaz? No, ¿verdad? Quizá para sugestionarte, pero no para catar. Creo que, para la cata, la ceguera es una de las cosas que menos puede influir. Hay profesionales ciegos que se desempeñan en otras ramas y se las deben apañar como pueden, pero en la cata, la vista es casi irrelevante, insignificante". "¿Cómo de insignificante?". "Un 10 o 15%, no más. En una cata juega más la memoria, la experiencia y el conocimiento", zanja.
El discurso de Santiago es convincente. Fijaos en este otro comentario. "Además, para concentrarme me ayuda el hecho de no ver, porque si ves al final te despistas con el vestido del que tienes enfrente, el peinado del que está más allá... Yo, como mucho, oigo lo que dicen los otros, así que puedo centrar toda mi atención en la copa. Dicen que nuestro cerebro solo toma en cuenta el 1% de la información que nos llega por los sentidos, así que haz cuentas de la información que perdemos por la desconcentración".
Dicho así, parece incluso que partía con ventaja..."A ver, no es una ventaja, decir eso no sería ser realista, pero no tampoco es un handicap que me impide estar en igualdad de condiciones con el resto de competidores". Y eso lo confirma su tercer puesto en el concurso, el primero en el que se inscribió y en el que debía acertar denominación de origen, bodega e incluso añada de los caldos que le ponían.
Antes de ser uno de los protagonistas de la competición, tenía claro que quería dedicarse al mundo del vino, al que se aficionó con 12 años. El empujón que ha recibido a nivel moral y económico (3.000 euros a repartir con su pareja) le ha reforzado aún más su vocación. El año pasado estudió un curso de sommelier en la Cámara de Comercio de Alicante y ahora afronta el cuarto y más completo curso de la reconocida academia británica Wine and Spirits Education Trust, donde se estudia el vino de manera muy global, desde los métodos de producción hasta los aspectos del negocio del vino. "El cuarto nivel se hace en dos años. Iré a Londres en fechas imprescindibles a no ser que encuentre un trabajo o venda un riñón en el mercado negro", bromea.
Cuando se saque el título, buscará trabajo. ¿De 'sommelier'? "Sí y no. No en un restaurante, porque no podría, pero sí sería muy competitivo y lucharía en total igualdad de condiciones con el resto conociendo el vino con los elaboradores, en distribución, en exportación, en ventas... Cogería rodaje y entonces podría hacer críticas, escribir y hablar de vinos, ser un intérprete de la gente que lee las etiquetas y que no entiende nada de lo que dicen determinados gurús. Yo quiero ser su guía para que pierdan el miedo al vino y se sumerjan en este mundo".
Conociéndolo, hablando con él, cualquiera se dejaría aconsejar por él con los ojos cerrados.
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