La trampa del dolor: avanza la carrera de analgésicos sin opioides para evitar la adicción

Dicen que lo único que se puede desear del dolor es que se detenga, pero, desgraciadamente, no siempre es así. No todo el mundo tiene el mismo umbral de dolor. Se trata de un mecanismo de defensa que se pone en marcha ante estímulos potencialmente dañinos. Hay personas más sensibles que otras al mismo grado de dolor. La Organización Mundial de la Salud aseguró que en 2020 el dolor crónico era la primera causa de discapacidad en el mundo. Y es que este tipo de sufrimiento afecta tanto a los pacientes que lo padecen como a los sistemas de salud y las economías globales.

El dolor inflamatorio habitualmente se trata con antiinflamatorios no esteroideos Sin embargo, cuando el dolor es muy severo, hay que recurrir a fármacos opioides, pero esto conlleva una serie de efectos secundarios que hace que su uso no pueda ser indiscriminado. El principal efecto adverso de los opioides, la adicción. Existen tratamientos, pero el acceso a alguno de ellos como a la morfina, sigue siendo desigual en las diferentes partes del mundo. De ahí, la importancia de que se desarrollen fármacos alternativos. En la encuesta de WhatsApp de la semana pasada nos pedisteis que investigásemos sobre el SBI-810 que podría ofrecer un poderoso alivio del dolor sin los peligrosos efectos secundarios de los opioides.

Se trata de una nueva generación de compuestos diseñados para actuar sobre un receptor en los nervios y la médula espinal. Esta supone la primera diferencia con los analgésicos basados en opioides ya que estos atacan múltiples vías celulares indiscriminadamente, pero este del que hablamos solo activa una vía específica de alivio del dolor, y esto implica que no se experimentaría esa euforia que se asocia con la adicción. En explicaciones de los investigadores, mediante un método conocido como agonismo sesgado, activa una señal específica, la *-arrestina-2, relacionada con el alivio del dolor y evita las señales que pueden causar efectos secundarios o adicción.

En las pruebas realizadas en ratones, el SBI-810 alivió eficazmente el dolor causado por incisiones quirúrgicas, fracturas óseas y lesiones nerviosas.

Otra de las diferencias que presenta con los opioides, como, por ejemplo, la morfina es que no presenta tolerancia tras un uso prolongado. En el estudio publicado en la revista Cell y realizado por investigadores en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke también se indica que su eficacia supera a la gabapentina, un fármaco común para el dolor nervioso, y además, sin provocar sedación ni problemas de memoria.

El SBI-810 podríamos decir que todavía está en pañales, pero la realidad es que la vía de desarrollo de analgésicos sin opioides es un camino que interesa y mucho a Estados Unidos para intentar atajar la crisis que viven con el fentanilo, entre otros.

Estados Unidos considera la crisis de los opioides una epidemia que se cobra al año decenas de miles de muertes evitables. Según los datos del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en el año 2022 se registraron 80.000 muertes por sobredosis de analgésicos opioides. Los medicamentos son efectivos y cumplen su promesa de eliminar el dolor, pero son tan efectivos, por decirlo de alguna forma, que la adicción que provocan se convierte en un riesgo.

De ahí que el pasado mes de febrero se celebrase con vítores la aprobación por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de un nuevo medicamento llamado suzetrigina y comercializado como Journavx, que forma parte de esta nueva familia de analgésicos que no actúan de forma generalizada sobre los receptores del cerebro, como lo hacen los opioides sino que modulan la señal de dolor en el sitio concreto desde el que se emite. Eliminando así el riesgo de dependencia y adicción.

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