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ESTAMOS EN SEPTIEMBRE, ¿RECUERDAS?

Veinte cosas que deberías hacer si te has propuesto comer bien

Todo el mundo está enloquecido, nadie habla de otra cosa. Ha llegado septiembre y nuestro único objetivo es convertirnos en personas nuevas durante los próximos meses: más atractivas, más atléticas, mucho más carismáticas, cultas, sagaces e inteligentes. Y sabemos que parte de esa soñada metamorfosis pasa por empezar a comer mejor. Pero, ¿por dónde se empieza?

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Esto ya no hará faltaCocinatis

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Tras superar el dolor que supone sentirse parte del rebaño (sí, nosotros también compramos fascículos, esperamos con ansia el regreso de Top Chef, hojeamos por las noches el diccionario español-inglés e incluso nos planteamos ir algún día a correr), es momento de ponerse manos a la obra. Una vez hemos aceptado que nosotros no somos como esa gente guay para la que septiembre es un mes más, esas personas con magnetismo que se aceptan tal como son y no creen que deba obrarse ningún cambio en su persona, una vez somos conscientes de nuestra mediocridad como seres humanos, de que nosotros sí queremos cambiar, toca ponerse en marcha y empezar por obrar pequeños cambios en nuestra alimentación y nuestros hábitos.

Si somos constantes y conseguimos mantenerlos, llegará diciembre y cuando nos plantemos en casa de algún familiar para la comida de Navidad probablemente ni siquiera sean capaces de reconocernos. Vamos allá.

1- No salgas de casa sin desayunar. Nunca. Debes saber que a los 45 minutos de despertarnos nuestro organismo comienza a quemar como loco masa muscular, cosa que no nos interesa nada, pues provoca el terrible efecto yoyó. Pese a que nos cueste desayunar nada más levantados, es importante llevarnos algo al cuerpo, aunque sea una pieza de fruta.

2- Cinco comidas al día, por favor. Acostumbrémonos a picar algo entre horas, para mantener el metabolismo funcionando y no llegar con tanta hambre a la comida o la cena. No tienen por qué ser cosas muy calóricas: bastará un yogur, una pieza de fruta o un pequeño bocadillo.

3- Cuidado con lo que bebes: limita el consumo de bebidas enlatadas o envasadas. Mejor agua e infusiones. Nada de refrescos o zumos, y mucho menos otras bebidas rocambolescas que no tienen nada que ver con nada que exista en la naturaleza. Déjalas para el fin de semana. El alcohol engorda una barbaridad, ahí lo dejamos.

4- Cena menos. La cena es la comida que más nos engorda, de manera que es conveniente merendar bien a media tarde para luego llegar a la cena sin demasiada hambre. A la hora de cenar recordemos a nuestras madres: cremas de verduras, alguna tortilla sencilla, sopa, pollo a la plancha, ensalada...

5- Dejemos la comida más calórica para mediodía. Si se nos antoja una pasta a la carbonara y podemos elegir, comámosla a mediodía y no para cenar.

6- Táper, táper y táper. Sabemos que cuesta, pero igual si te planteas retos irresistibles eso de dedicar un par de horas el domingo a hacerte unos tápers sencillos para comer durante la semana se va a convertir en algo maravilloso. Piensa en todo lo que podrás hacer con el dinero que te ahorras si no comes de menú todos los días. Si piensas, tal vez, que con ese dinero podrás hacer una escapada de unos días a algún lugar que te fascine a finales de año, arrasar en el Bershka o lo que sea que quieras con mucha fuerza, tal vez todo sea más fácil.

7- No a los precocinados en la medida de lo posible, pese a que en ocasiones la vida nos lleve a ellos. Son comidas muy procesadas, generalmente muy calóricas, que no nos van a hacer ningún bien y encima ni siquiera están muy buenas. Puestos a comer precocinados, en lugar de una lasaña o un arroz es mejor que compremos en el súper un bote de crema de verduras (mejor de los que no llevan aditivos, aunque sean un poco más caros) con unas lonchas de pavo o jamón, por ejemplo, pan integral y una pieza de fruta.

8- Ojito con el queso. Tener un taco en casa e ir picando de vez en cuando como si fuese agua aporta un montón de calorías. Ese trozo que nos comemos mientras se calienta la cena, ese taquito que cogemos para ir picoteando en el ascensor mientras vamos a algún sitio, todo eso se va directamente a esas partes de nuestro cuerpo a las que no queremos que se dirija, porque el queso tiene mucha grasa. Date tu homenaje, hazte tu bocata de queso cuando toque, échale tu queso a la pasta, pero no te acostumbres a picotearlo a diario. Ah, otra cosa: quien dice queso dice fuet.

9- Cambia el pan blanco por pan integral. Desde ya. Siempre. Verás como notas la diferencia. Tus digestiones serán más rápidas, así como tu tránsito intestinal.

10- Ve al baño a diario. Si no lo haces, busca solución. Es decir, no aceptes que tú eres así. Incorpora alimentos laxantes, con mucha fibra, a tu día a día y asegúrate de que vas al baño de forma regular.

11- No hagas dietas exprés en la medida de lo posible. El efecto yoyó suele ser galopante. Si tienes una boda, una cita o cualquier acontecimiento que suponga que tienes que caber en una pieza de ropa, piénsalo antes, come menos, sal a correr a diario... pero no te dediques a comer alcachofas durante cuatro días.

12- Es fundamental leer siempre y en cualquier circunstancia las etiquetas de los productos que estamos comprando. Ir al súper y de las diferentes marcas de un producto coger la primera que nos venga a las manos es un error terrible, pues a menudo nos sorprenderemos de que el mismo producto, y a menudo por el mismo precio, puede llevar una cantidad de aditivos increíble, así como de calorías vacías, en función de la marca.

13- Come carne roja solo una vez a la semana. Busca la proteínas en tofu, seitán o tempeh, si puede ser.

14- ¿Toca cenar fuera? No vayas al italiano de la esquina y te atiborres de pasta y luego pidas de postre un tiramisú. Puedes optar por cenas mucho menos calóricas y sanísimas en un japo. Si te gusta el sushi, disfrútalo mucho, es ligero, sano y muy nutritivo.

15- Sustituye al menos alguno de los cafés que te tomas al día por una infusión. Busca la que te va bien según tus necesidades (si retienes líquidos, si te falta energía, si no vas demasiado al baño...) y haz, al menos, ese pequeño ejercicio. Verás como lo notas.

16- Lee siempre las etiquetas de los productos, en cualquier circunstancia. El mismo producto y al mismo precio puede tener una cantidad desorbitada de aditivos y de calorías en función de la marca. Vamos a perder unos segundos leyendo pero vamos a ganar salud.

17- La bollería industrial es el mal, no lo olvides. Limita mucho su consumo. Si no puedes resistirte a los encantos de un buen dónut regálate una tarde a la semana para merendar uno (o como desayuno, si prefieres), pero no superes esa cifra. También nos referimos a galletas, chocolatinas, etc.

18- ¿Necesitas comer algo dulce con el cortado? Si eres de los que si no acompañas el cortadito con un bocado dulce es como si no hubieses comido, te recomendamos que sea una onza de chocolate negro. Es el tipo de chocolate menos calórico, además de delicioso.

19- Incorpora pequeños hábitos físicos, si es que lo del gimnasio no está hecho para ti. Ese trayecto hacia tus clases de inglés (otro de los nuevos retos preotoñales) acostúmbrate a hacerlo caminando en lugar de coger el autobús, abandona el ascensor, bájate dos paradas de metro antes... Escoge un pequeño reto cotidiano y plantéate seguirlo al menos hasta Navidad. Vas a notarlo tanto y vas a incorporarlo con tanta facilidad a tu vida que luego no podrás abandonarlo.

20- No desfallezcas. Comer mejor y cambiar de hábitos es una carrera de fondo. Si te descontrolas durante unos días no pasa absolutamente nada. Coge fuerzas y vuelve a comenzar.

¡Mucha suerte!

 

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