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Un oasis en Zamora

¿Quieres un plan para recargar las pilas para la vuelta de vacaciones? Vino + comida + relax: Valbusenda

Nos gusta el enoturismo. Y nos gusta más aún cuando va acompañado de buen comer y de descanso.

En Valbusenda, los vinos de Toro y la alta gastronomía mandan.

En Valbusenda, los vinos de Toro y la alta gastronomía mandan.Félix Corchado

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En Toro (Zamora), tierra de vinos, se levanta el Hotel Bodega & Spa de cinco estrellas Valbusenda, un oasis entre viñedos en el que comer, beber, descansar, cuidarse y, sobre todo, desconectar. ¿Alguien da más? Pues mira, sí, porque además, también se puede aprender. De vino, que para eso tienen bodega propia y está abierta al público. Con motivo del cambio de carta del restaurante Nube, el apartado gastronómico del complejo, Cocinatis viajó a estas tierras zamoranas con el objetivo de experimentar en primera persona todos estos placeres carnales, y después contarlo. Y de paso, conversar con Víctor Corchado, el artífice de las nuevas delicias que este rincón de Castilla-León ofrece al paladar del visitante.

La cocina imaginativa del chef Víctor Corchado.
La cocina imaginativa del chef Víctor Corchado. | Félix Corchado

A continuación, te damos cinco motivos para ir a Valbusenda:

1. Comer: ¿Acaso hay una razón mejor? La vida siempre es más bella con el buche lleno. Qué decir si encima es de cocina de autor. En concreto, del extremeño Víctor Corchado, chef formado en las cocinas de Atrio (dos estrellas Michelín) y Martín Berasategui –garrote– (tres estrellas Michelín), y curtido como chef ejecutivo en los fogones del Parador de Cáceres y de los hoteles Poncio, en Sevilla, y el cinco estrellas de lujo Can Faustino Relais & Châteaux, en Menorca. Y sí, dejó la isla bonita por las tierras de secano encantado de la vida. El proyecto, claro, merece la pena. Las opciones a elegir son tres: “carta propiamente dicha, el petit menú –que tiene siete pases– y el menú degustación –que tiene 11 pases–”. Entre las creaciones encontramos cosas como yemas de espárragos de Tudela de Duero en gelée de vino verdejo fermentado en barrica, lascas de foie gras y trufa de verano; gazpacho de ‘Bloody Mary’, ragôut de vieiras y helado de albahaca; merluza de pintxo confitada, berenjena en caldo de cocido y rabitos de cerdo al amontillado o texturas de chocolate y AOVE de manzanilla cacereña. Suena bien, ¿verdad? Pues de este palo será el menú hasta por lo menos el inicio del otoño, estación en la que habrá otro cambio de carta con la trufa como protagonista. La introducción de estos platos, por cierto, corre a cargo del maître Jesús Bustamante.

2. Beber: Una oferta gastronómica como esta no se entendería sin un buen vino. Y en Valbusenda, son de producción propia. Hablamos de unas 200.000 botellas al año, provenientes de 100 hectáreas de viñedos de la zona, 16 de las cuales son en propiedad y las otras 80 son de viñedos controlados. Previa reserva se pueden visitar las bodegas (dato: una de las barricas está firmada por Emilio Aragón con la promesa “¡Volveremos!”), acompañados de una clase magistral del enólogo Maurilio Segovia. Explica, y aquí viene lo de aprender, que “el vino se clarifica con clara de huevo natural” y que puede estar “entre tres y seis meses en botella antes de salir al mercado”. En cualquier caso, “es 100% tinta de toro”. El Crianza, el Roble y el Cepas Viejas tienen varios premios. Durante la comida son introducidos por la sumiller Rocío Rey.

Corchado, el chef del restaurante Nube.
Corchado, el chef del restaurante Nube. | Félix Corchado

3. Descansar: En de las 35 habitaciones del hotel con vistas a los viñedos, alternando con la piscina (estacional) y L’Enoteca Bar&Lounge, o disfrutando de un atardecer en la terraza.

4. Cuidarse: En el Wine Spa, en el que es posible probar diferentes tratamientos con vino.

5. Desconectar: En un oasis entre viñedos bañado con tinta de Toro. En un emplazamiento ubicado en la Carretera de Toro a Peleagonzalo, sin número (ahí es nada), en la comarca de Toro, en Zamora. En tren Alvia de Madrid a Zamora y el complemento de un taxi, unas dos horas como mucho. Y una vez allí, se detiene el tiempo. No hay ruido. Ni estrés. Ni ninguna otra estridencia de las que altera la vida de un urbanita de pro. Solo hay viñedos. Y vinos. Y buena comida.

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