Entre las olas y la arena

19 18 ENTRE LAS OLAS Y LA ARENA LUCÍA MARTIÑO ENTRE LAS OLAS Y LA ARENA LUCÍA MARTIÑO Y ahora regresemos con Lucía y sus amigos. Lucía era una niña curiosa, inquieta y deportista. Le gustaba practicar todo tipo de actividades: kárate, vela, natación… De hecho, solía pasar los inviernos con sus padres en las pistas de esquí (le fascinaba esquiar junto a sus amigas), y los veranos en la playa, que estaba a escasos kilómetros de su casa, gozando del sol y del calor de la arena. En el día que nos ocupa, durante ese entretenido primer encuentro en el mar con sus trajes de neopreno y aquellas pequeñas tablas, coincidieron con un grupo de surfistas, que, apostados a escasos metros de ellos, los observaban con divertida ternura. A los chicos, viendo qué felices eran los pequeños retozando entre las espumas del mar, les pareció una buena idea sugerir a sus padres quedar un fin de semana, ofreciéndose a enseñarles a coger olas, ya que solo jugaban en la orilla sin adentrarse en las aguas. —Lucía, ¿te gustaría aprender a surfear? —recuerda que le preguntaron sus padres entonces. —¡Me encantaría, me lo estoy pasando genial! —repuso, entusiasmada. —¿Y no te dan miedo las olas? —Claro que sí, pero para aprender hay que ser valiente. Los padres de Lucía accedieron a la proposición del grupo de mucha- chos y un par de semanas después la llevaron a la playa, junto con sus ami- gos, para descubrir cómo funcionaba todo aquello del surf y sin otro deseo que el de pasar un buen rato. Y así fue; durante esos dos días, Lucía se mostró encantada. No tuvo nin- gún reparo en adentrarse en el mar, acompañada por los chicos y siguiendo sus indicaciones. ¡Fue increíble! ¡Lucía era capaz de permanecer en equili- brio sobre la tabla y sin apenas ayuda! Visto el éxito y dada la felicidad que irradiaba la niña, el paso siguiente fue inscribirla junto a otros niños en una pequeña escuela de surf los fines de semana para que prosiguiera con el aprendizaje y dar así rienda suelta a esa nueva pasión que parecía haber despertado en su interior. Sus padres no lo dudaron ni un instante y le permitieron crecer en esta especialidad. ¿Por qué no?

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