Gustavo, que ha hecho creer a todos que su padre está muerto, se ve sorprendido cuando éste se presenta en su casa después de treinta años sin verle. Gustavo acepta acogerle unos días, pero se avergüenza de él porque es una vieja gloria del humor que hace chistes a costa de las minorías.
Aunque a Gustavo eso no le gusta nada, luego comprende que es su padre y hace las paces con él.