Paco, Lola y Sara se levantan una mañana tras un sueño profundo y descubren que toda la casa está revuelta. El inspector sospecha que alguien ha entrado en su domicilio en busca de un dossier que él tiene en su poder pero que no han podido encontrar.
Los documentos, llenos de números, demuestran la implicación de Paco en el caso Uriarte, un asunto por el que el policía recibió una gran cantidad de dinero tras lo que sucedió una noche en un pantano. Desesperado, se plantea entregarse y cumplir la condena de cárcel que fuera necesaria. La relación entre Silvia y Montoya va cada vez más en serio. Al menos eso piensa Montoya, que recibe la bendición de don Lorenzo para salir con su hija, renuncia a presentarse a un puesto mejor en Barcelona y decide darle las llaves de su casa a su novia. Tras charlar con Lola, Silvia se replantea la relación y llega a la conclusión de que las cosas van demasiado deprisa.
Silvia y Montoya, despechado porque ella no quiera irse a vivir con él, se presentan al mismo examen para el puesto de Barcelona. Todos están preocupados por la salud de Don Lorenzo, que ha sufrido algún desfallecimiento. El comisario se encierra de vez en cuando en su despacho, baja las persianas durante unos minutos y luego sale con mucho mejor aspecto.
Paco, Lucas y Mariano registran sus cosas y descubren una serie de utensilios que suelen ser utilizados para inyectarse droga. Dado que una partida de morfina ha sido sustraída del laboratorio, los tres policías concluyen que Don Lorenzo se ha dado a las drogas.