MÁS allá de la línea roja

"Final feliz con la mano, 20 euros. Con la boca son 40": La 'eyaculación asistida' en los salones de belleza chinos del centro de Madrid

La calle Leganitos es un desfile de envoltorios sexuales disfrazados de locales esteticien. Para abrir el caramelo solo hay que caminar cerca de la puerta de estos prostíbulos de manicura y rímel. "Masaje, masaje", la jóvenes captadoras orientales te agarran del brazo para invitarte a pasar. Aminoran el tono de voz y pronuncian el conjuro, ese que mantiene abierta sus puertas en jornadas maratonianas de once y doce horas. "Happy ending, sí, sí, pasa".

No final feliz.

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En el oscuro mundo de la fisioterapia sexualizada el eufemismo 'final feliz' no alude al epílogo de una película en la que los protagonistas comieron perdices antes del 'The End'. En las trastiendas de algunos locales chinos que abarrotan calles que penetran el centro de la capital de España (y otras ciudades), se 'negocian' servicios sexuales a cambio de dinero (casi siempre negro), tras el pago de un masaje a manos de personas no tituladas que utilizan técnicas orientales de dudosa reputación.

"Masaje con final feliz, 25 euros media hora y 35 (euros) una hora", nos anuncia en la puerta del polivalente establecimiento una joven china de unos 25 años. Intramuros, después de haber pasado la zona 'legal' del garito, en la que dos mujeres latinas parecen hacerse las uñas, nuestra captadora nos mete dentro de la última cabina del pasillo. Luz de puticlub, hilo musical thai, ducha, lavabo, una camilla preparada con papel y unos cuantos mejunjes esquinados en una mesita con velas. "Ahora el dinero. Primero el dinero", nos advierte la chica. Le especifico que el pago será con tarjeta y extrañada se va a por el datáfono. Tiempo que aprovecho para inspeccionar el chiringuito. Tras el pago, toca aseo. "Lavar manos. Yo te lavo con jabón". La chica que va a practicarme la maniobra relajante es una diferente a la que me cogió del brazo en la calle. Con meticulosidad se preocupa de que mis manos queden bien limpias, síntoma de que el catálogo de servicios no termina en una simple 'descontracturación'...

Tocamientos, masturbación y felaciones a la carta

"Todo fuera. En el culo también masaje". Una vez desnudo, me echo boca abajo en la camilla. La chica tiene la técnica ultra trabajada. Al masajeo de trapecios, escápulas y lumbares, empieza a sumarle el magreo de zonas bajas. Al principio, con cierta tendencia al disimulo del roce para acabar siendo cada vez es más manifiesta la intención de provocar reacciones erectas. A los 20 minutos llega la propuesta. "Ahora final feliz. Paga propina. Con la mano son 20 euros y 40 con la boca".

El lío ya estaba hecho. En la puerta nos apresuró a cruzar la pasarela del pecado y no pensar mucho. Cuando el cliente está en la orilla, a cuarenta grados a la sombra y el agua del mar mojándote los pies, la trampa. "Me dijisteis antes de entrar en 25 euros incluía el final feliz", le rechisto. "No, no, no. Final feliz con propina. Si quieres tocar con ropa son 20 euros más y desnuda 40 (hace el gesto de masturbarse)". El engaño a los clientes se suma al ilícito de practicar este tipo de prostitución tan hermética y disfrazada de colores, pestañas, esmaltes, limas y cortadores de uñas. Ante mi insistencia por el timo, para que quede bien reflejado en el reportaje, la china parece molestarse. "Todas las tiendas de la calle con propina", destapa ella sola la práctica generalizada del delito de muchos locales de la calle Leganitos, en las inmediaciones de una comisaría de la Policía Nacional.

"Están explotadas por mafias chinas"

Avanza la tarde y oscurece el centro de Madrid. El horario es más propicio para no ser visto. Empieza el goteo de hombres que van a tiro hecho. No dudan entre uno y otro local, parece que tuviesen identificado el 'tratamiento' que más se adecúa a sus dolencias físicas. Nos acercamos a un señor: "Hola, te acabamos de ver saliendo del local ¿te han ofrecido masaje con 'happy ending'?". "No, no, no. Yo solo he ido por uno relajante".

Los más mayores entran ayudados del brazo de las captadoras y se pierden en las profundidades de los pasillos de la eyaculación asistida. Preguntamos a vecinos del barrio en bares y alrededores, a ver si saben lo que se cuece en estos locales. "Esto no es nuevo. Llevan años ahí sin que pase nada. ¡Están explotadas! Las tienen atornilladas ahí y les cogen los carnets de identidad". Aseguran los más viejos del barrio que detrás de la gestión de esos centros de belleza se encuentran propietarios chinos que actúan como mafias. Nosotros les preguntamos a las chicas más jóvenes por la voluntariedad a la hora de 'hacer la calle' en estos lugares y por la posibilidad de hablar con algún responsable o jefe.

"El jefe no está. Está de vacaciones en China". Se esconden y nos cierran la puerta. Ya se han percatado de la presencia de nuestras cámaras. Nos han pillado. Empiezan a avisarse las unas a las otras. Las del local de arriba con el de más abajo, y este, con el de al lado. De repente, las sillas que colocan en las entradas de los locales se quedan vacías. Las clientas que se hacen la manicura miran a través del escaparate y nos lanzan una mirada cómplice, alguna sonríe intuyendo la situación. Da la sensación de que es un secreto voceado. Todo el mundo sabe qué ocurre en el interior de esos salones, más allá de la línea roja de la fachada de sus escaparates. El delito es manifiesto y consentido. Nuestra cámara y relato, ahí están. A ver quién le quita las contracturas a la verdad y a ver si las 'pajillas' masajeadas practicadas por jóvenes inmigrantes tienen un final infeliz...

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