No es que no creamos en el amor, es que no creemos en la informática

Publicidad

@SuperFalete comenta el programa 8 de 'casados a primera vista'

"No es que no creamos en el amor, es que no creemos en la informática"

Con la ilusión con la que empezamos y ahora se está desmoronando todo y no sé qué ha podido salir mal. Eran parejas que no se conocían de nada y que se casaron sin haberse visto ni haber cruzado palabra alguna nunca porque las había emparejado un programa informático, es decir, lo tenían todo para triunfar (?). Por @SuperFalete

Empezaré por lo que me parece mejor: José Ramón y Alberto son buenos chicos y parce que se quieren. Además, tienen unas madres simpáticas, inteligentes y comprensivas. Hay algo que no termina de cuadrar, pero son problemas de encaje de distintas realidades, o del eje Madrid-Cartagena. Si superasen esto, podríamos decir que el programa informático ha funcionado.

"¿Cuándo un informático ha destacado por sus conocimientos amorosos?"

Por otra parte, quiso un ordenador que Tito acabara con Cristina. Un gaditano y una catalana, agua y aceite. Cristina tiene una cualidad: se conoce bastante bien, es inflexible a las presiones externas, piensa que el cariño nace –tal vez- con el roce… Pero, si piensas así, ¿por qué participas en un programa que consiste, precisamente, en casarte con alguien a quien no conoces de nada? No lo sé. Y Tito tampoco lo entiende, solo sabe que se vuelve a Cádiz sin consumar el matrimonio y después de haberlo intentado de todas las formas posibles. Hasta ha subido a un cuadrilátero por ella y solo ha obtenido como recompensa hacer el “tantrán”, que se traduce en una aproximación de culos, espalda contra espalda. Al final, Tito se ha despedido de su suegra, todo un detalle porque no creo que vuelva a verla.

Lo de Jonathan y Sabrina es un espejismo; parece que va bien, pero hay mucho mar de fondo. Él es un poeta y le dice a ella que “la quiere con algodones”. Recordemos que ya antes le había dicho eso tan bonito de "Si una manzana cabe en un melón, tu cariño en mi corazón". Siempre tiene la frase adecuada para el momento preciso. Jonathan ha presentado a Sabrina a su amigo Adrián, a quien parece que no termina de convencer. Tampoco tiene del todo ganada a la suegra, Marisa, pero es que esto último parece imposible. Mientras tanto, ellos hacen la cucharita para que fluyan los chacras. Y ya, con los chacras ordenados, Jonathan le dice a Sabrina que no se volvería a casar porque él es así, como un libro abierto. Ojalá hubiera usado otra poesía: “Ha sido muy divertido, pero espero que mañana ya te hayas ido”.

Y nos quedan Mónica y Pedro. ¿Qué decir de ellos? Mónica debería saber que no se puede domar a alguien a esa edad en la que te crece más el pelo en las orejas que en el cuero cabelludo. Cuando una cena que se supone romántica acaba con un "No estoy enamorado de ti ni me gustas" y él le insinúa que ni siquiera tiene intención de ser amigo de ella cuando todo termine, debería intervenir no ya la psicóloga del programa, sino los cascos azules. Porque al final Pedro ha conseguido que Mónica llore y creo que hasta él mismo se ha asustado. O puede que no, porque su mirada confunde.

Seguro que la semana que viene habrá como mínimo tres divorcios, para alegría de concursantes, familia y amigos. No es que no creamos en el amor, es que no creemos en la informática. ¿Cuándo un informático ha destacado por sus conocimientos amorosos? Además, el amor no se parece a Los Sims, tiene mucho más de Far Cry.

Publicidad