'True Blood': temporada final, temporada fatal

Desde la cuarta temporada, ‘True Blood’ empezó a tirar la casa por la ventana y a ser más excesiva de lo que la historia y la trama podían soportar. La serie nunca ha sido comedida, pero lo que hemos visto en las tres últimas temporadas es un círculo vicioso sin ton ni son. Más allá de la sangre y el sexo, poco ha contado la serie creada por Alan Ball en los últimos años.

Como resultado de esta acumulación, la séptima temporada ha empezado a medio gas, con un capítulo que tira de aquí y de allí y cuyo resultado final es repetitivo y carente de tensión. Ni el torso de Jason ni el desnudo de Sookie pudieron hacer nada para que fuese la premiere más aburrida en la historia de la serie vampírico-sexual.

Lo peor que le puede pasar a una serie es que genere desinterés e indiferencia por lo que pasa y, sobre todo, por lo que pueda pasar en los próximos capítulos. Y aunque la audiencia ha resistido con 4 millones de espectadores, está claro que no volverá a oler ni de lejos los cinco millones de las primeras temporadas.

El planteamiento de la temporada es, una vez más, vampiros contra humanos: la desconfianza en el otro, el odio racial y la lucha por la supervivencia. Nada que no se haya contado mil veces y de mil formas distintas en la historia de la serie.

Nada volverá a ser como antes en Bon Temps, pero todavía quedan pequeños resquicios a los que agarrarnos: Pam buscando a Eric desesperadamente, la inesperada muerte de Tara o Jessica tratando de controlar sus instintos. En la parte soporífera están Sookie, tan inaguantable como siempre y Bill, tan prescindible como nunca.

El aburrimiento no durará mucho. La temporada final tendrá sólo diez capítulos, al igual que la sexta. Mientras tanto, es posible que los episodios siguientes mejoren el pobre resultado de la premiere, aunque a años luz de lo que ‘True Blood’ significó en sus comienzos. Al menos, nos queda la esperanza de que sepan ofrecernos un final de serie sangriento y delirante. Lo que haga Sookie con su vida nos importa menos.