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La historia de Ed Gein: Así fue el asesino que protagoniza la nueva temporada de Monstruo e inspiró películas como Psicosis
Conocido como el carnicero de Plainfield, Ed Gein fue hallado culpable de asesinato, pero nunca llegó a pisar la cárcel. Ahora su historia es contada en la nueva temporada de Monstruo.

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Después de diseccionar las historias de Jeffrey Dahmer y de los hermanos Lyle y Erik Menéndez, la antología de Netflix sobre grandes asesinos de los Estados Unidos estrena su tercera temporada con Monstruo: La historia de Ed Gein. Así, la exitosa serie creada por Ryan Murphy e Ian Brennan revive la historia del hombre conocido como el carnicero de Plainfield.
Edward Theodore Gein, a quien encarna en la ficción Charlie Hunnam (Hijos de la anarquía) era un hombre aparentemente normal, solitario y amable, que vivía en una granja de la Wisconsin rural. Pero aquel lugar guardaba un oscuro secreto, una auténtica casa de los horrores. Su caso no solo estremeció a la sociedad del momento y acaparó las portadas de todos los medios de comunicación, sino que inspiró películas como La matanza de Texas, El silencio de los corderos o Psicosis.

De hecho, la difícil infancia que vivió Gein y su obsesión por su madre llevaron a Alfred Hitchcock a crear el personaje de Norman Bates. Ed Gein nació en 1906 en el pueblecito de La Crosse y se crio en un hogar desestructurado, con una madre profundamente religiosa y estricta, Augusta, quien inculcó en sus hijos un rechazo absoluto hacia el alcohol, las mujeres y todo aquello que consideraba como pecados del mundo moderno. Por su parte, tuvo un padre ausente y alcohólico. Así, tanto Ed como su hermano Henry pasaban la mayor parte del tiempo durante su niñez aislados en una granja en Plainfield.

Al igual que Norman Bates, en esos años de la infancia, Ed Gein fue desarrollando una devoción enfermiza hacia su madre, a la par que no era capaz de establecer otras conexiones sociales sanas con personas más allá del entorno familiar, ni de su edad, ni del otro género. Otro duro golpe para la familia fue la muerte de Henry, en un incendio en 1944 rodeado de extrañas circunstancias, que dejó a Ed aún más aislado, solo con su madre. Aunque no por mucho tiempo: ella fallecería en 1945 a los 67 años.
Tras la muerte de su madre, Ed clausuró las habitaciones que ella utilizaba y se quedó en espacios reducidos y deteriorados de la casa, mientras se ganaba la vida con trabajos esporádicos y mantenía una fachada apacible de cara a sus vecinos. Sin embargo, en privado, cultivaba una obsesión macabra con los cadáveres. Por ejemplo, se descubrió que solía visitar cementerios para desenterrar cuerpos de mujeres que le recordaban a su madre. Y, luego, con esos restos humanos confeccionaba objetos, ya fueran muebles forrados con cuero humano o máscaras hechas con piel.

Y como suele pasar en este tipo de historias, el horror termina saliendo a la luz. Lo que lo propició fue la desaparición de Bernice Worden, dueña de una ferretería cercana, en noviembre de 1957. Este caso hizo que la policía investigase en la granja de Gein, descubriendo allí el cuerpo mutilado de Worden. Y no solo eso, la casa estaba llena de huesos, órganos y utensilios hechos de restos humanos. No obstante, aunque la evidencia apuntaba a que habría sido artífice de varios asesinatos, Gein solo confesó directamente dos: el de Bernice Worden y el de Mary Hogan, una camarera desaparecida en 1954.
Después de esto, Ed Gein se enfrentó a un proceso judicial y, aunque finalmente fue hallado culpable de asesinato, nunca llegó a pisar la cárcel ya que fue internado en hospitales psiquiátricos. En un segundo juicio, el juez que llevó el caso, Robert H. Gollmar, lo declaró "inocente por demencia". Así, el asesino pasó el resto de su vida en instituciones para enfermos mentales hasta su muerte en 1984.
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