BETTY VE TELENOVELAS
Fatmagül, la serie turca que marcó un antes y un después en Nova y en la televisión de España
Fatmagül tiene un lugar destacado en la historia de Nova y de la televisión en España al ser la primera serie turca que se estrenó en nuestro país marcando así el punto de partida al desembarco de estas producciones en nuestro país.

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En sus veinte años de historia Nova ha tenido grandes éxitos, pero, sin duda, uno de los más importantes es Fatmagül. Fue en enero de 2018 cuando esta dramática e intensa serie llegó a las pantallas españolas, suponiendo también un antes y un después en la historia de la televisión en España.
Fatmagül fue la punta de lanza de las producciones turcas. Dio el pistoletazo de salida a otros estrenos en Nova y, además, fue la primera en abrir la puerta para que estas series dieran el salto a los canales generalistas.
Por lo tanto, la relevancia e importancia de Fatmagül es un hecho objetivo, irrefutable e incontestable, que forma parte ya de la historia.

Una historia para reflexionar
De Fatmagül hay tanto que decir, que es imposible resumirlo en unas pocas líneas. Y esa es la grandeza de esa serie. Que cuanto más la ves, más descubres.
Quizá un buen resumen sea que Fatmagül no es una serie romántica más. Fatmagül no es solo un romance imposible que fue posible. Fatmagül es, sobre todo y por encima de todo, una historia de superación personal y de concienciación social, que nos atrapa desde el primer minuto hasta el instante final con una mezcla perfecta de emociones y reflexiones.
Cuando Fatmagül (Beren Saat) es violada, sentimos su angustia, su miedo, su impotencia. A la mañana siguiente, sentimos su soledad, su desesperación, su pánico. Cuando su prometido le da la espalda, sentimos su tristeza, su desilusión. Cuando la casaron a la fuerza con uno de sus agresores, sentimos su rabia, su desolación. Cuando fue recuperando fuerzas, sentimos su ilusión, su esperanza. Cuando los culpables fueron condenados, sentimos su alivio, su liberación. Y cuando fue feliz, fuimos felices con ella.

Y si nuestras emociones la acompañaron, también nos hizo pensar. Y mucho. ¿Cómo es posible que la víctima fuese la señalada por conocidos y desconocidos? ¿Cómo es posible que fuese ella quien tuviese que bajar la cabeza y abandonar su vida? ¿Cómo es posible que se viese obligada a casarse con quien tanto daño le hizo?
Además, Fatmagül también nos hizo comprender que ante una herida tan profunda, no hay caminos rápidos ni soluciones inmediatas. Ella necesitó mucho tiempo para sanar física y emocionalmente. Necesitó mucho tiempo para volver a sonreír, para implicarse en un proyecto laboral, para enamorarse… Y ese recorrido no pudo hacerlo sola. Necesitó la red de seguridad de personas que la querían y que la protegían frente a quienes solo la veían o como un problema (los Yasaran) o como una fuente de beneficios (su inigualable cuñada Mukaddes).
Y, sobre todo, necesitó ayuda profesional porque en la salud mental no hay atajos ni curaciones milagrosas. Fatmagül se recuperó, pero fue un camino muy lento, muy laborioso y con muchos obstáculos.
El héroe antihéroe
Con Fatmagül también dijimos adiós a los estereotipos. Es cierto que hay villanos muy, pero que muy villanos; pero la mayor parte del resto de personajes tienen muchas aristas que hacen que, según las circunstancias, los veamos de una manera u otra.
Por ejemplo, a Mustafá, el novio que no pudo soportar la vergüenza de una novia "manchada" (aunque debería darle vergüenza a él pensar algo así), al principio lo veíamos como un cobarde, pero al final comprendimos que era un egoísta.

Aunque, sin duda, el gran ejemplo de personaje con aristas es Kerim (Engin Akyürek). Al principio, nos dio ternura por ser el amigo pobre de los niños ricos. Después lo odiamos por la violación a Fatmagül.
A partir de ahí, vivimos una evolución a priori bastante extraña. Poco a poco descubrimos que, al contrario que los Yasaran, él sí tenía conciencia. Él sí sentía culpa. Y él sí vivió su penitencia. Se casó con una mujer que lo odiaba y que no soportaba ni mirarlo, pero el verdadero castigo para Kerim comenzó de verdad cuando se enamoró de Fatmagül. Era muy consciente de que ella nunca le correspondería. Esa fue su gran condena.
Porque Kerim, a su manera, también tuvo que sanar sus propias heridas. Las buenas personas también cometen malas acciones. Y Kerim es un ejemplo de eso. Pero cuando se hace algo mal, las buenas personas lo reconocen e intentan, en la medida de lo posible, enmendar sus actos. Y Kerim también es ejemplo de eso.

Hizo cuanto pudo por ayudar a Fatmagül en su sanación. Desde acompañarla y protegerla, aunque fuera a una prudente distancia, hasta aceptar su ingreso en prisión y ser juzgado por el delito cometido.
La relación de Fatmagül y Kerim es tan complicada y, vista desde fuera, tan incomprensible, que solo viendo todos y cada uno de sus momentos juntos puede entenderse que fueran capaces de emprender una vida juntos, por voluntad propia y sin odios, reproches ni rencores.
Porque el suyo es el romance de dos personas destruidas que fueron construyendo una pareja a base de paciencia, detalles, tiempo, espacio, comprensión, diálogo y muchas lágrimas. Y quizá una de las escenas que mejor resume todo eso sea la de su noche de bodas. El suyo no ha sido un cuento de hadas. Ha sido un drama, donde hasta en los momentos felices ha habido dolor.
Fatmagül es una de esas historias que deja huella en el espectador porque apela de forma magistral a nuestras emociones más profundas y despierta nuestra conciencia más crítica.
Y ese es el gran éxito de Fatmagül. Que no deja a nadie indiferente y no pasa inadvertida.
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