BETTY VE TELENOVELAS

Farah Zeynep Abdullah cumple 32 años triunfando en España como Inci en 'Inocentes'

Farah Zeynep Abdullah cumple 32 años y lo hace triunfando en España con su personaje de Inci en la serie 'Inocentes' (Masumlar Apartmanı). Hace relativamente poco que la conocemos, pero su personalidad ya nos ha cautivado con su un profundo amor por la familia, su solidaridad y compasión, su defensa de su independencia profesional y su disposición a seguir a su corazón allí donde la lleve. Todo esto no solo lo sabemos por sus actos y actitudes, sino también por la forma de interactuar con el resto de personajes. Por su forma de relacionarse con los demás 'Inocentes'.

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#Hanci, ¿sueño o pesadilla?

A Inci la conocimos al mismo tiempo que a Han (Birkan Sokullu). Y ambos, juntos y por separado, nos han cautivado desde el primer momento. Es cierto que el inicio de su historia ha sido de lo más tópico con el recurrente accidente de tráfico, pero a partir de ahí todo ha fluido de un modo tan intenso que nos mantiene en constante tensión esperando el siguiente paso de la pareja.

Eso sí, pese a la precipitación de algunas decisiones, ya hemos tenido cuenta de fijarnos en algunos detalles. Por ejemplo, es imposible obviar la enorme sonrisa que se le dibuja a Inci de oreja a oreja cuando Han está cerca. Y también es complicado ignorar que Han no puede quitarle los ojos de encima a su inquilina.

Sin embargo, esta relación no solo ha servido para que nos enamoremos de la aparentemente perfecta pareja #Hanci, sino que ha sido el mejor escaparate para la personalidad de ambos personajes.

En el caso de Inci nos sorprende la impulsividad y rapidez con la que ha gestionado esta nueva relación si la comparamos con su noviazgo anterior. Con Uygar estuvo dos años en una especie de stand by sentimental, pero a Han le dio el sí quiero en dos días. Si nos quedamos en la perspectiva que tiene Inci de Han podemos llegar a entender su decisión. Han está en las antípodas personales de Uygar. A ojos de Inci, Han es atractivo, educado, inteligente, caballeroso y demás sinónimos de príncipe azul de cuento.

Pero los espectadores sabemos, e Inci empieza a intuir, que debajo de ese impoluto traje de primera calidad se esconden demasiados secretos. Y, de todos ellos, quizá sus excursiones nocturnas a los contenedores de basura sean lo menos preocupante.

El cerebro de Inci parece empezar a despertar del encantamiento del flechazo inicial y empieza a conocer al hombre con el que se ha casado. Han la quiere.

De eso no hay ninguna duda. El problema puede estar en que quizá no la quiere como Inci querría que la quisiera.

El atento y galante Han ha mostrado resquicios por los que se cuela una inquietante tendencia a la violencia. Han siempre tiene la justificación de que lo hace para protegerla, pero el macho alfa defendiendo a puñetazos (o maniobras de estrangulamiento) a la doncella está a años luz de lo que quiere una mujer del siglo XXI como Inci.

Si a esa agresividad mal contenida, sumamos un excesivo afán controlador tenemos un cóctel explosivo. Podemos llegar a entender que no le guste que trabaje con su ex novio, pero sus maniobras para evitar esa situación superan todos los límites. Sobre todo, porque solo demuestra una profunda inseguridad.

Inci ha visto esa agresividad y ese control casi dictactorial y ya se está preguntando qué más oculta ese dios griego con el que se casó. ¿Qué sucederá cuando descubra que, además de su afán por decidir por ella y defenderla de todo y todos sin medir las consecuencias, también oculta toda una retahíla de secretos difíciles de confesar? ¿Podrá el corazón de Inci acallar todas las alarmas que se han encendido en su cerebro?

Inci es transparente. Lo que ves es lo que hay. Pero Han vive rodeado de sombras. ¿Podrá la luz de Inci iluminar la oscuridad de Han o se verá arrastrada a ese mundo sombrío?

La familia política

Si confiamos en nuestra vena romántica y apostamos por una Inci capaz de lidiar, mitigar o solucionar el lado oscuro de su príncipe azul, aún tendría que encontrar fuerzas para enfrentarse a una familia política nada convencional.

Justo es decir que en esa batalla cuenta ya con aliados. Hikmet quiere que su hijo sea feliz, que encuentre el camino para salir de la atmósfera asfixiante de ese hogar y “esa chica que vive abajo” parece ser la mejor opción. En medio de sus divagaciones, Hikmet es consciente de que su hijo sonríe mucho más desde que los nuevos inquilinos se mudaron al edificio.

Quien también recibiría a Inci con los brazos abiertos es Neriman. Si Hikmet quiere su hijo encuentre la felicidad, Neriman es testigo mudo del silencioso sufrimiento de su hermano, de su paciencia infinita con sus hermanas, de su entrega casi abnegada, de sus sacrificios por no entorpecer las normas no escritas de esa casa. Y, además, Neriman ya encontró en su cuñada el consuelo que necesitaba cuando más falta le hacía.

El abrazo que Inci le dio en el hospital cuando ingresaron a Hikmet alimentó su alma mucho más que los trozos de tarta que se come a escondidas. Neriman necesita una hermana mayor que la escuche, la entienda y la abrace y capacidad para escuchar, comprender y abrazar le sobra a Inci.

Quien también necesita urgentemente un abrazo y una vía de escape al férreo control de su hermana mayor es Gülben. Es más que probable que Inci pueda llegar a comprender los problemas de Gülben y es casi seguro que no la juzgaría, pero va a tener que hacer un esfuerzo sobrehumano por acercarse a ella y evitar que esa proximidad pueda ser interpretada como una traición por Safiye.

Desde el minuto uno Safiye (Ezgi Mola) vio a Inci como una amenaza para el statu quo familiar. Aún no le ponía nombre ni cara y ya sabía que la mujer con la que estaba su hermano era peligrosa. Y desde ese mismo instante comenzó una guerra donde no hay espacio para las treguas. Safiye quiere a Inci lo más lejos posible de Han y no se detendrá hasta conseguirlo.

Pero esa actitud beligerante no provoca que la veamos como la villana de la historia. Todo lo contrario. La enternece aun más a nuestros ojos. Safiye no quiere librarse de Inci por maldad. Quiere alejarla por miedo. Por miedo al cambio. Por miedo a que Han la quiera más que a ella. Por miedo a que su hermano se vaya. Por miedo a la soledad.

Safiye no odia a Inci porque no lleve el pelo perfectamente colocado o porque tenga que vaciar el bolso para encontrar algo o porque coma chocolatinas sin desinfección previa o porque no le preocupe una mancha que se soluciona en la lavadora. Safiye no soporta a Inci porque amenaza la burbuja que ha sido su vida en los últimos años y, además, en el fondo es todo aquello que ella hubiera querido ser y no pudo ser.

Y, por el otro lado, Inci es consciente de los problemas mentales de Safiye, pero su actitud está lejos de ser agresiva. Es más, en su primer encontronazo cuando Esra la definió como “loca”, Inci le recriminó sus palabras con un “no digas eso”.

Pese a las diferencias, Safiye e Inci son parecidas. Ambas quieren con intensidad y son capaces de defender a los suyos con uñas, dientes y lejía.

Safiye cuida de su familia como le enseñaron a hacerlo. No conoce otra forma de protegerlos de ese mundo exterior hacia el que tanto miedo le inculcaron. Y no retrocede ni medio paso en lo que cree que debe hacer. Si hay que limpiar la comida cuatro veces para no intoxicarse, se limpia, aunque eso suponga dejarse la piel. Si hay que desinfectar la casa porque han entrado extraños, se limpia hasta que no quede ni un microbio microscópico.

E Inci, a su manera, también defiende a los suyos. Calló su relación con Uygar y oculta su matrimonio con Han para no lastimar a ese abuelo que tanto sufrió por su hija. Enfrentó su mayor pesadilla y fue a casa de su padre para rescatar a su hermano de un irresponsable que solo podía causarle problemas.

¿Será posible que ambas cuñadas encuentren un punto de conexión? ¿Serán capaces de tolerarse para conseguir el objetivo común de que Han sea feliz? ¿Se adaptará Inci a las incontables e irrompibles rutinas de los Derenoğlu? ¿Podrá Safiye estar en la misma habitación que Inci sin necesitar cuatro duchas después?

Uygar, el capítulo inconcluso

Inci ya ha pasado por una relación tóxica y le costó muchísimo salir de ahí. Es más, casi podría decirse que Han actuó como detonante para que la situación explotase definitivamente.

Sin embargo, aunque Inci ha decidido pasar página, Uygar sigue en su estado de dependencia total y absoluta de ella. No es que no admita la ruptura, es que no es capaz de comprender que Inci no lo quiere. Y la entrada en escena de Han no ha hecho más que complicar la situación porque ha desviado su atención de lo verdaderamente importante.

Ahora mismo Uygar cree que Han es la causa de la ruptura. Pone el foco en el recién llegado en vez de analizar lo que falló los dos años en los que Han ni estaba ni se le esperaba.

Y, sobre todo, Uygar es peligroso para Han porque es un animal herido que va a revolverse buscando cualquier punto débil para atacarlo ante los ojos de Inci. Y Han tiene demasiadas vulnerabilidades que pueden ser usadas en su contra. ¿Será Han lo suficientemente hábil como para confesar sus defectos antes de que Uygar los exponga en su propio beneficio?

Inci sufrió para liberarse del yugo que la unía a Uygar, ¿será capaz de interpretar las señales que lanza Han para alejarse antes de que sea demasiado tarde? ¿Llegaremos a escuchar a Inci parafraseando el dicho que más vale malo conocido que bueno por conocer?

En definitiva, Inci debería estar viviendo el mejor momento de su vida. Se ha casado con el hombre del que está enamorada, pero sus primeros días de matrimonio están lejos de ser una luna de miel. Al necesario silencio sobre su estado civil para no dinamitar más aún la frágil situación emocional de las respectivas familias, se unen las dudas sobre si su marido dios griego es en realidad un demonio.

En este punto solo nos queda confiar en que tenga la fortaleza suficiente para superar todos los problemas que se le avecinan y que sea siguiendo a su corazón o escuchando a su cerebro, tome la mejor de las decisiones para ella y para todos.

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