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NÚMERO DE SERIE

'El tercer día', suspense psicológico con un paranoico Jude Law

Una isla remota, un hombre incapaz de escapar de ella. Suspense psicológico y lisérgico con el actor inglés Jude Law desatado. Estos son los ingredientes de 'El tercer día'.

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Lo primero que piensas cuando ves a Jude Law en 'El tercer día' es que se ha ganado cada centavo que le hayan pagado. Está desatado. El actor sufre, ríe, llora, se desmadra, corre, es perseguido, se come la cabeza, nos la hace comérnosla a nosotros… Va saltando de una emoción a otra en una interpretación salpimentada por la paranoia y el surrealismo. Sam, su personaje, llega por accidente a una remota isla cuyos peculiares habitantes viven según sus propios ritos y normas. Los primeros planos del actor, con los fondos difuminados, y el calor asfixiante del entorno agudizan el temor, como ocurría en la icónica 'El hombre de mimbre' ('The Wicker Man', 1973), de que una vez allí será difícil que pueda escapar.

Sin cobertura en el móvil y con la carretera que une al continente inaccesible por la subida del mar, Sam es acogido por los lugareños con ciertas reticencias. Las localizaciones abruman por su salvaje belleza, en contraste con las violentas pesadillas que sufre este hombre trufadas de inquietantes imágenes sangrientas. Sam no ha superado la desaparición de su hijo, al que cree ver, lo que, mezclado con el alcohol y las drogas, le lleva a una espiral de descontrol que, al igual que al Donald Sutherland de 'Amenaza en la sombra' (1973), le obsesiona hasta el punto de jugarse la vida y casi perder la cabeza. De fondo, suena machacona una de esas sintonías que ponen los pelos de punta, lo que hace recordar a 'La semilla del diablo' (1968).

La miniserie creada por Dennis Kelly ('Utopía') y Felix Barrett se divide en seis episodios. Los tres primeros, dedicados a un fin de semana de verano –El padre, El hijo y El fantasma– están protagonizados por Jude Law, escritos por Dennis Kelly y dirigidos por Marc Munden. Entre la realidad y la fantasía (la serie no juega con lo sobrenatural), Sam pasa esos tres días, en los que además se celebra un festival tradicional, entre la extrañeza, la resignación y el caos. Algo se ha repescado de la idea original que no pudo llevarse a cabo por el covid de recrear en directo este festival de disfraces de una forma inmersiva. Estas escenas de noche, en medio del campo, con música, fuegos y equilibristas volando por el aire transportan al espectador a un lugar mágico, que se vuelve pesadillesco cuando las máscaras parecen cobrar vida propia y la realidad se ve distorsionada (los espectaculares efectos especiales le dan un punto extra a la serie).

Los otros tres episodios –La madre, La hija y La oscuridad– transcurren meses después ya en invierno y están protagonizados por Naomi Harris (nominada al Oscar por 'Moonlight'), escritos por Kit de Waal, Dean O’Loughlin y Dennis Kelly, y dirigidos por Philippa Lowthorpe. La actriz interpreta a Helen, que llega a la isla con sus dos hijas buscando respuestas. El tono de la serie cambia radicalmente, pues lo que se encuentra Helen no es la locura de los meses de calor, el festival, la fiesta y la algarabía, sino el frío del ambiente y de los propios lugareños que no las quieren entre ellos. Rodada en la isla Osea en el estuario de Essex, en estos episodios se nos muestra otra mirada a esa extraña isla accesible solo dos veces al día durante la marea baja.

El trio también cruza la antigua calzada romana que conecta la isla con el continente, pero percibe aún más el aislamiento y el ambiente poco acogedor de esa comunidad que ahora se encierra en sus casas frente al crudo invierno. Junto a Jude Law y Naomi Harris completan el reparto Emily Watson ('Chernobyl', 'Apple Tree Yard') y Paddy Considine ('El visitante'), como el matrimonio dueño del pub, y Katherine Waterston ('Animales fantásticos'), como la mujer con la que Sam comparte una tensa trama. Impregnada por la religión y según los productores, por otras creencias reales de las comunidades celtas, la inquietante 'El tercer día' exige dejarse llevar como hace el protagonista, entre el siempre bienvenido suspense psicológico pero también ante algunas espeluznantes –y quizás demasiado intensas– imágenes terroríficamente lisérgicas.

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