INDIVIDUALISMO EMOCIONAL
¿Por qué hay tanto miedo al compromiso hoy? La opinión de una psicóloga
¿Cada vez tienes menos amigos casados o con relaciones serias? ¿Te cuesta comprometerte con alguien y a medida que pasa el tiempo te cuesta más? Si tu respuesta es sí, continúa leyendo.

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Durante generaciones, el compromiso en pareja estuvo ligado a la estabilidad, la seguridad y, en muchos casos, a una norma social casi incuestionable. Hoy, sin embargo, las dinámicas han cambiado: las tasas de divorcio se han incrementado, las aplicaciones de citas han multiplicado las opciones y el valor de la libertad individual se ha colocado en el centro de nuestra vida afectiva.
Por un lado, tener la capacidad de divorciarnos cuando las cosas no funcionan nos permite vivir relaciones más sinceras y completas al no tener que quedarnos donde no se nos valora lo suficiente. Pero, por otro lado, desde la psicología social se observa que vivimos en una época marcada por el individualismo emocional: la prioridad está en el crecimiento personal y en no sentirse limitado por los demás. Este contexto, aunque ofrece autonomía, también alimenta el miedo a comprometerse por temor a perder independencia o a "equivocarse" en la elección.

Claves psicológicas del miedo al compromiso
El miedo al compromiso no surge de la nada. Hay factores emocionales y psicológicos que lo explican:
- Apego inseguro: Personas con un apego ansioso pueden temer no ser suficientes para el otro, mientras que quienes tienen un apego evitativo suelen huir de la intimidad por miedo a sentirse atrapados. Por ejemplo: "Me gusta estar contigo, pero si empezamos a vernos más seguido, siento que voy a perder mi espacio".
- Idealización de la libertad: Vivimos en una sociedad que promueve el disfrute inmediato y la ausencia de ataduras. El compromiso, en contraste, se percibe como una pérdida de espontaneidad. Por ejemplo: "Prefiero no poner etiquetas, así estoy tranquilo y no me siento presionado".
- Experiencias previas dolorosas: Una ruptura difícil o haber visto relaciones conflictivas en la familia pueden generar asociaciones negativas con el compromiso. Por ejemplo: "Mis padres estuvieron juntos por obligación y acabaron infelices; yo no quiero repetir esa historia".
- Exceso de opciones: Las apps de citas y las redes sociales ofrecen la sensación de que siempre puede haber alguien "mejor". Este fenómeno, conocido como paradoja de la elección, dificulta tomar decisiones firmes. Por ejemplo: "Estoy bien con esta persona, pero ¿y si mañana conozco a alguien con más afinidad?".

Consecuencias del individualismo emocional
Este individualismo no es necesariamente negativo: cuidar de uno mismo, priorizar el bienestar y buscar relaciones más conscientes son aspectos positivos. Sin embargo, cuando se lleva al extremo, puede derivar en vínculos superficiales, miedo a profundizar o una constante sensación de insatisfacción.
Desde la psicología, se observa un aumento de relaciones intermitentes o líquidas, en las que se evita formalizar el vínculo para no perder flexibilidad. El problema es que a nivel psicológico esto puede generar ansiedad, frustración y sensación de vacío en quienes desean mayor estabilidad. Además, a nivel social se producen cambios generacionales y económicos. Por ejemplo: la fuerte tendencia a tener un perro ante la imposibilidad o las complicaciones de tener un hijo con una pareja estable.

Cómo trabajar el miedo al compromiso
Superar el miedo al compromiso no significa forzarse a tener una relación a largo plazo, sino revisar nuestras creencias, heridas y expectativas. Algunas recomendaciones son las siguientes:
- Explorar el propio estilo de apego: Reconocer si nuestra tendencia es ansiosa, evitativa o segura ayuda a entender cómo nos vinculamos. Por ejemplo: "Cuando siento que alguien se aleja, me pongo nervioso y busco constantemente su atención".
- Practicar la comunicación asertiva: Expresar lo que sentimos y necesitamos evita malentendidos y fortalece el vínculo. Por ejemplo: "Me gusta pasar tiempo contigo, pero también necesito espacios para mí" (para poner límites y llegar a acuerdos sin necesidad de romper la relación).

- Poner límites saludables: No todo compromiso implica fusión. Aprender a marcar límites protege la identidad de cada persona. Por ejemplo: "Ahora no puedo ayudarte, consúltamelo más tarde".
- Revisar experiencias pasadas: Si una ruptura o la historia familiar condicionan la visión actual del compromiso, trabajar esas experiencias con ayuda psicológica puede liberar cargas. Por ejemplo: una relación pasada que consideremos tóxica.
- Aceptar la imperfección: Ninguna relación es 100% segura ni libre de riesgo. Entender que el compromiso siempre implica vulnerabilidad puede ayudar a asumirlo con mayor naturalidad. Por ejemplo: "No sé qué pasará en el futuro, pero quiero intentarlo contigo ahora".
El miedo al compromiso refleja los cambios culturales y emocionales de nuestra sociedad. Vivimos en un tiempo donde la autonomía es un valor central, pero también necesitamos vínculos profundos y estables para crecer. El reto está en encontrar un equilibrio entre la libertad personal y el deseo de construir relaciones significativas.
Al final, comprometerse no significa perderse a uno mismo, sino compartir el camino con otro desde la elección consciente, la madurez y el cuidado mutuo.
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