Sin permiso no hay juego
¿Por qué me gusta que me azoten y me aten durante el sexo?
Son muchas las mujeres a las que les excitan las cuerdas o los azotes, el sentirse a merced de su pareja en un encuentro erótico; y parece que les da vergüenza decirlo, porque muchos relacionan las ataduras o los azotes con la vulnerabilidad o con la idea de maltrato y no es así.
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¡No nos gusta que nos peguen sin consentimiento! Aclaremos esta idea, por favor. A algunas mujeres les gusta jugar en un encuentro erótico CONSENSUADO a que les aten y les azoten y no se atreven a decirlo por miedo a las represiones sociales o porque sienten que no les van a entender. Cada vez son más las que se suman a practicar estos juegos y menos las que se atreven a compartirlo. ¡Basta! Basta de pensar que queremos sentirnos vulnerables, esto nos excita porque nos sentimos deseadas y poderosas, esto nos da goce porque somos nosotras las que cedemos el control, las que decidimos ceder el control. Esto no es maltrato, el maltrato se produce cuando NO HAY CONSENTIMIENTO.
Dicho esto, son más mujeres de las que creéis a las que les aficiona el arte del ‘bondage’, del ‘shibari’ o los azotes en un encuentro erótico, con la mano o con algún juguete, como una fusta. Y digo que son arte porque lo son. Porque no consiste solo en atar, el proceso de inmovilizar a la pareja es de lo más sensual, amoroso e inquietante. En el shibari por ejemplo, se trata de consensuar y confiar en la pareja, dejar que tome el control sobre tu cuerpo, no decidir, no pensar, solo sentir, mientras van haciendo giros y nudos sobre tu cuerpo.
Esta disciplina existe desde hace muchos años, de hecho tiene sus orígenes en Hojōjutsu, un arte marcial que consistía en atar a un prisionero con una cuerda, pero todas sabemos que se puso de moda gracias a las películas y los libros de '50 sombras de Grey'. Tras la revolución que supuso este hecho son muchas las mujeres que les han propuesto a sus parejas que les aten a la cama con pañuelos de seda, con esposas o con corbatas; y muchas las que antes no les pedían a sus compañeros que les azotaran por vergüenza, y que a raíz de este boom se han atrevido a pedir y a explorar sus límites.
Pero esto no es nada nuevo, de hecho son muchas las que sueñan y fantasean con juegos de bondage y con protagonizar escenas eróticas con sus parejas donde puedan sentir el rol de sumisa, dándoles el permiso de hacer, durante ese encuentro erótico lo que quieran con ellas (siempre hay un acuerdo previo donde se dejan claros los límites).
Aunque cada vez son más las personas que piensan que la sumisión o la vulnerabilidad llevan connotaciones negativas, y con mensajes como estos muchas mujeres deciden no probarlo o negar que lo han probado, provocando dos consecuencias directas. La primera, se pierden la posibilidad de sumergirse en un nuevo juego en pareja por ideas generalizadas o presión de la sociedad, amigas o familia. Y la segunda, se pierden la oportunidad de poder compartir la experiencia con otras mujeres y descubrir sus propios límites o los juegos a los que juegan ellas, pudiendo ampliar el abanico de posibilidades. Dejan de lado lo que les apetece o les excita por lo que piensen los demás. ¿Creéis que es justo?
Muchos se preguntarán por qué les gusta, pues bien, muchas veces buscan simplemente ceder el control porque son mujeres con personalidades fuertes y disfrutan dejándose llevar por las decisiones que toma su cómplice en el juego. De hecho usar ataduras como variante sexual viene acompañado de fantasías en las que quieren ser dominadas, atrapadas o sometidas por otro.
Está claro que en el shibari, por ejemplo, la vulnerabilidad es la clave, pero es una vulnerabilidad cedida, es decir, si a una mujer le gusta que le aten y quiere ser atada, en este caso, cede el control a la persona que le va a atar. Debe tener la confianza necesaria en la otra persona para poder explorar los efectos que provocan las ataduras y muchas veces ni siquiera hay contacto sexual, el juego simplemente puede consistir en atar y desatar a la persona. En eso consiste la excitación del shibari.
Sin permiso no hay juego y eso es lo que nos da el poder, a menos que estemos jugando a sumisa-amo y cedamos el control de la situación al otro. También me gustaría mencionar que en el shibari los efectos son físicos y psíquicos. Físicos porque según la presión puedes dar con zonas sensibles y erógenas que son las que estimulan el cuerpo, y psíquicos porque puedes sentirte indefensa y por otro lado relajada y confiada. La persona que te acompaña tiene que estar atendiendo a la más mínima señal, y el juego no va en dirección al orgasmo, va en dirección al trance que produce ser atada, lo que hace que el proceso sea más largo, duradero e intenso.
Pero ojo, no cualquiera puede realizarlo, no es como jugar a atar las muñecas o las piernas a la cama, cosa que también nos puede excitar. Si queréis jugar al shibari es mejor hacerlo con alguien experto o recibir algunas clases, ya que con las ataduras puedes destensar el cuerpo o aumentar la energía sexual, pero también provocar alguna lesión en caso de apretar mucho o en algún punto en concreto.
Pero no hace falta llegar al profesionalismo para disfrutarlo, las versiones caseras o niveles de principiante también pueden darle una chispa a tus encuentros. Puede ser realizado en hombres y en mujeres por igual, por lo que nosotras también podemos jugar a atar.
Así que, por si no ha quedado claro o no se ha entendido el mensaje, somos muchas las mujeres a las que nos gusta y nos excita que nos aten y nos azoten, o atar y azotar a nuestra pareja, de manera consensuada en los encuentros eróticos. ¡Dejad de sentir que sois las únicas, no lo ocultéis detrás de la vergüenza, compartidlo con las demás!
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