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Morderse las uñas: un mal hábito que dice de ti más de lo que crees

Morderse las uñas es más que un simple mal hábito repetitivo, refleja emociones que la persona no sabe expresar y como consecuencia, afecta a su imagen y bienestar. Por suerte, existen ejercicios y profesionales dispuestos a ayudar.

Uñas mordidas

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La sociedad Española de Medicina Interna asegura que morderse las uñas no significa sólo un mal hábito sino un problema a nivel personal, por el cual, la persona no esta sabiendo gestionar sus emociones y lo comunica de forma involuntaria a través del cuerpo, por eso hay que aprender a escucharnos, a identificar qué situaciones nos hacen estar fuera de control o provocan ansiedad. Este acto no sólo refleja nerviosismo, también inseguridad y miedo a decir lo que sentimos.

Uñas dañadas
Uñas dañadas | iStock

Este hábito compulsivo, denominado profesionalmente como onicofagia, se detecta más en los niños aunque también puede darse en adolescentes y adultos. Esto es así porque durante la infancia aún no han desarrollado sus mecanismos de control emocional, por eso recurren a este método como una respuesta sencilla de alivio ante ese estrés. Además, morderse las uñas tengas la edad que tengas, no sólo afecta a la apariencia, también puede provocar heridas en los dedos, infecciones o daños en los dientes y encías.

¿Te muerdes las uñas?
¿Te muerdes las uñas? | iStock

La onicofagia, que refleja falta de control en uno mismo, puede resultar perjudicial a nivel emocional en el desarrollo de la persona. Con el tiempo, morderse las uñas se convierte en un recordatorio para la persona de la falta de control, inseguridad y baja autoestima, generando sentimientos de frustración al no poder dejar de hacerlo. Esa pérdida de control, puede reforzar la autocrítica en la persona y en consecuencia, afectar a la confianza personal y que finalmente desemboque en un aislamiento.

Como solución a este problema, existen métodos que han dado resultados muy efectivos como hacer ejercicio físico para descargar o de relajación para desconectar: meditación o respiración profunda, de esta manera se reducirá la ansiedad. Si no sirviesen de ayuda estos ejemplos, lo ideal sería acudir a un profesional especializado en control de impulsos y gestión emocional

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