Pilar Eyre revela nuevos datos sobre el acoso que sufrieron los hijos de Iñaki Urdangarin en su infancia

La familia de Iñaki Urdangarin se ha convertido en el punto de mira desde que salieron a la luz las imágenes del exjugador de balonmano en las que aparece paseando de la mano por las playas francesas, con Ainhoa Armentia, su compañera en el bufete de abogados en el que ambos trabajan.

A pesar de no ser los protagonistas de este escándalo que ha revolucionado el país entero, los cuatro hijos de Iñaki y la infanta Cristina: Juan Valentín, Pablo, Miguel e Irene, se han visto enormemente salpicados por este revuelo y han tenido que sufrir las consecuencias del error de su padre.

Sin embargo, no es la primera vez que Urdangarin está en el centro del foco mediático, el escándalo del caso Nóos también produjo un gran revuelo, que consecuentemente, afectó negativamente a sus hijos, que en ese momento eran muy pequeños.

Nuevos datos sobre la dura infancia de los hijos de Urdangarín

Tal y como revelaba la periodista Pilar Eyre en exclusiva a la revista 'Lecturas', antes de que todo se comenzara a torcer: "Los vecinos del barrio aún recuerdan las fiestas de cumpleaños de los niños Urdangarin Borbón, con castillos hinchables, globos que subían al cielo, payasos.... Muchas veces se veía a Iñaki y sus hijos en bicicleta por la Diagonal, Irene sentada en la barra, como un anuncio de cereales, ¡todos eran rubios!".

Pero todo cambió, "empezó el caso Nóos y la familia se trasladó a Washington para alejarse del problema", algo que sin duda, "no fue buena idea. Los niños lo pasaron mal en el colegio, Juan sufrió 'bullying', los desprecios fueron constantes'".

Más tarde, "decidieron regresar a Barcelona, otra vez al Liceo Francés, otra vez al 'palacete'. Pero ya nada fue lo mismo. Los desprecios fueron constantes", tanto es así, que "se les pidió incluso que no volvieran al club que hasta entonces los había acogido amistosamente", comentaba Pilar.

Había comenzado un verdadero infierno para los hijos de los exduques de Palma que vivieron guardando completo silencio y sin quejarse: "En la puerta del colegio se amontonaban los paparazis y los escoltas, con la consiguiente incomodidad para los otros padres, que protestaron a la dirección".

Tanto fue el trauma, que actualmente, comentaba Eyre que según le contaba un periodista, los niños "cuando ven a un fotógrafo bajan la cabeza, dan mucha pena" y que es Juan, el mayor de los hermanos, el que se encarga de protegerlos.

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