La naturaleza es matemática
¿Sabías que la col es fractal? ¿Y que las abejas se reproducen siguiendo la proporción aúrea?
Nos ponemos 'geeks' para hablar de cómo la naturaleza sigue reglas matemáticas alucinantes. Las alcachofas siguen la secuencia de Fibonacci y los paneles de miel son sucesiones de hexágonos. Hoy repasamos las cosas de comer más 'listas'.
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Cuidar nuestro entorno no es solo una cuestión de sentido común, sino una obligación por el respeto que le debemos a animales y plantas. Y no solo porque nos alimentan, sino porque ellas ya usaban algunas de las reglas que han permitido el progreso científico mucho antes de que nosotros las descubriéramos.
Quizás los ejemplos más vistosos de esto están en la relación entre algunos vegetales y animales con dos conceptos matemáticos: la secuencia de Fibonacci y el número áureo. La secuencia de Fibonaccies una serie de números naturales que se suman de a dos a partir de 0 y 1. Parece algo muy sencillo, pero no fue hasta que Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci, dio con ella en la Edad Media cuando el ser humano se dio cuenta de parte de la gran inteligencia de los seres que nos rodean. De hecho, cuenta la tradición que Fibonacci detectó este número contabilizando el patrón en el que se reproducían los conejos: una pareja de conejos que tarda un mes en ser fértil procrea otra pareja de conejos al mes, y esta, a su vez, otra pareja al mes y así sucesivamente… En resumen, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89…
Con estos deliciosos conejitos podríamos hacer un guiso cuyos ingredientes fueran también reflejos de la secuencia de Fibonacci. Bastaría con añadir, por ejemplo, alcachofas. La floración de esta hortaliza sigue el patrón del matemático italiano, y también podríamos añadir piñones, ya que las piñas del pino reproducen la secuencia, que tiene su verificación en el número de espirales que se pueden formar si volteamos la piña y las trazamos a partir del tallo. Podríamos también sustituir la alcachofa por coles de Bruselas, que crecen en su tronco central siguiendo las espirales sugeridas por la secuencia o por coliflores, que florecen también siguiendo lo descubierto por el pisano.
Entre las frutas, nos encontramos con que las piñas también tienen un número de espirales relacionado con estas cifras y entre los animales, algunos caracoles disponen su concha siguiendo los segmentos que marcarían la secuencia. Otro alimento asombroso es la col Romanesco. Si no la conocéis, seguro que alguna vez os la habréis encontrado en la tienda, con su aspecto un poco alienígena, o como si algún truco de la ciencia genética la hubiera modificado para tener un aspecto más curioso. Pero no se trata de genética, al menos no de la humana. Las floraciones de la col Romanesco no solo cumplen con la secuencia de Fibonacci, sino que además, son fractales, es decir que sus formas geométricas se van repitiendo a muchas escalas. Si hiciéramos zoom acercándonos más y más a un romanesco, veríamos otro romanesco más pequeño, y si hiciéramos más zoom, otro más pequeño, y así sucesivamente. Vaya, una verdura no solamente deliciosa, sino fascinante… Y probablemente el plato a poner en la mesa si hay que seducir a un/a científico/a, porque además de ser alucinante, es menos flatulenta que el resto de coles, tiene mucha vitamina c y ácido fólico y es rica en pectinas, por lo que nos permite hacer unos purés estupendos..
Aunque en puré, adiós fractal.
Pero si hay un animal "inteligente" esas son las abejas. Además de producir miel, propóleo y jalea –todas ellas sustancias ahítas de propiedades beneficiosas- sus comportamientos están fielmente regidos por reglas matemáticas. Por ejemplo, el hecho de que los panales estén formados por celdillas perfectamente hexagonales no es casualidad. Precisamente el hexágono es el polígono que mejor permite teselar el plano, es decir, rellenar una superficie sin dejar ningún hueco, y además, ofrecer más área con menos perímetro (ideal para llenarlos de miel sin desaprovechar ni un cachito de espacio de la colmena).
No sólo eso, estos pequeños animales en grave peligro de extinción –con los riesgos que eso conlleva- se reproducen siguiendo fielmente la secuencia de Fibonacci, ya que la reina pone los huevos y los empolla siguiendo este patrón, y si dividimos el número de hembras del panal por el número de abejas macho siempre obtendremos el número Pi, es decir que se respeta la proporción áurea entre los géneros dentro de cada colonia.
Los humanos también hemos jugado con la geometría en la comida, desde los pretzels infinitos, hasta los schneckens espirales o la simetría de los farfalle, pero nada que ver con los fascinantes “conocimientos” innatos de nuestra flora y fauna.
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