Del chocolate blanco a las gulas
Estas comidas no son lo que prometen ser
¿Es realmente el chocolate blanco... chocolate? ¿Tienen alguna relación las angulas con las gulas? ¿Llevan de verdad las palomitas con mantequilla mantequilla? ¿Es en realidad el red velvet algún tipo de bizcocho especial? Te contamos las principales tomaduras de pelo que existen en el mundo de la comida.
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En el mundo de la gastronomía, no todo es lo que parece. A veces, hay que desconfiar incluso del mismo nombre. Un ejemplo: hay marcas que se precian de vender "bonito del norte" sin especificar si el pescado es de la costa vasca o de, uy, mucho más la norte. Total: que tu padre piensa que está tomando un bonito más vasco que Karra Elejalde y, en realidad, a saber de dónde viene... Pero espérate, que hay cosas peores.
Palomitas con mantequilla. Vas al cine y eliges la opción "con mantequilla" pensando que van a ponerte una cucharada de deliciosa mantequilla hecha con leche fresca de vacas de los Alpes Suizos (o de los Montes del Pas cántabros, vaya) y, oh, resulta que no. En realidad, esa sustancia está hecha a partir de aceite de soja, algún colorante y conservantes. Lo que pasa es que, por costumbre se sigue llamando "mantequilla". Pero no.
Chocolate blanco. Aunque está considerado como uno de los chocolates clásicos (el que lleva sal marina o ese otro con trozos de algas son más modernos, te lo aseguramos), no se puede considerar técnicamente chocolate. Se trata más bien de una pasta dulce que lleva, sí, algo de manteca de cacao, pero ni cacao sólido ni licor de chocolate. Eso sí, está buenísimo, aunque no sea lo que promete.
Red Velvet. Con la moda de los 'cupcakes', muchos han acudido a este bizcocho como moscas a la miel. Su atractivo color rojizo y su rico sabor lo convierten en la bas ideal sobre la que luego poner un 'frosting' de crema de zanahoria o de cualquier otra delicia. Lo cierto es que el Red Velvet ni lleva frutos rojos ni está teñido con remolacha ni nada de nada. Se trata de bizcocho con algo de chocolate y un colorante cualquiera. Y tú que pensabas que era otra cosa...
Buey. ¡Qué buena estaba la hamburguesa de buey que te comiste el otro día por 8 euros! Sí, sí, buenísima... Claro, que no era de buey. El 99% de la carne que se vende como "de buey" en nuestro país es de vaca. Y gracias. Los pocos bueyes que se comen en España están en restaurantes especializados en carnes de alta gama como Ca Joan y el precio del kilo se coloca en las tres cifras. Desconfía de los chollos.
Sirope. Seguro que has pensando alguna vez, al pedir unas tortitas, en acompañarlas con sirope mejor que con chocolate y nada porque "es más sano". Esto podría ser así si la sustancia dulce y espesa que viertes por encima fuera realmente sirope de arce. Ya, ya sabemos lo que pone en el envase, pero es un puero formalismo, creenos. En realidad, se trata de sirope de maíz con aditivos a tutiplén.
Zumo de granada. Una de las bebidas de moda y considerada como un elixir antioxidante, es, lamentamos decirlo, otro pequeño gran fraude. La mayoría de los zumos de esta fruta que hay en el mercado están hechos, en realidad, a base de uva y no tienen ni un granito de granada. Por tanto, dile adiós a sus supuestos beneficios para reducir el colesterol (y seguramente dile hola a un montón de azúcar).
Gulas. Las angulas, que son los únicos alevines de pescado cuyo consumo está permitido, son una delicatesen para la que hay que sacar la tarjeta de crédito. Las gulas, que muchos consumimos en Navidad y otras épocas de celebración son solamente un sucedáneo hecho a base de pasta de pescado que no tienen nada que ver con el original. Ay, de ilusión también se vive.
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