Una noble costumbre
El espinoso tema de la propina en España, ¿cuánto hay que dejar?
Paradojas de la vida, somos un país con millares de bares, pero lo de la propina se nos escapa.
Publicidad
En España somos muy de vivir en los bares. Esto equivale a desayunar, merendar e incluso cenar en uno de ellos. El alterne es nuestra vida. Pero, aunque presumamos de saber más del mundo de la hostelería que nadie, hay un aspecto que escapa a nuestra sapiencia: la propina. Solo nos acordamos de ella cuando nos toca viajar a Estados Unidos, donde tenemos claro que es obligatoria. Pero, ¿aquí? ¿En el bar de Paco? Por si acaso, aquí van 7 reglas de oro que conviene saber sobre la propina en España.
Si nos dan un buen servicio, hay que dejarla. Vamos a suponer que llegamos a comer y solo tenemos media hora y cocinero y camarero se desviven porque la comida llegue lo antes posible. Es un caso claro: hay que dejar propina. Pero, ¿qué ocurre cuando el servicio es eficiente sin alharacas? Pues que también hay que rascarse un poquito el bolsillo, hombre. No hace falta que el camarero sacrifique un animal mitológico ante tus ojos para tener claro que sí, que toca dejar propina. Estírate un poco, que están trabajando.
Si hemos dado el coñazo, hay que dejarla. Vamos a suponer que somos los clásicos clientes tiquismiquis de "el filete un poco más hecho" o "ay, no, ahora está demasiado. ¿Me lo puedes cambiar?". También es posible que nuestros hijos, mascotas o cuñados den la murga y, aun así, nos estén aguantando estoicamente. Pues bien, esta es la clásica ocasión en que todo puede arreglarse con un apretón de manos y un "lo siento" mirando a los ojos a los camareros.
Si ya nos han cobrado el servicio, ya la hemos pagado.Vamos a suponer que pedimos la cuenta y que, al lado de conceptos que sí reconocemos -más que nada porque nos los hemos comido- como "escalope de ternera" o "merluza a la romana", aparece uno llamado "servicio". Se supone que esta es "la propina", la parte que va a ir a parar para camareros y personal de sala. En ese caso, habríamos cubierto de sobra el concepto propina, salvo que nos hayan cantado un aria de Puccini y hayan ejecutado acrobacias dignas de el Circo del Sol. En sos casos, igual hay que soltar un poco más.
En los hoteles es bastante recomendable. Vamos a ver, ¿tú crees que el botones -vaya denominación viejuna- que te sube las maletas deslomado -sobre todo, si no hay ascensor- a la habitación no merece un reconocimiento? Si lo has visto hasta en las películas. Igual que el personal de recepción que te está recomendando restaurantes, visitas turísticas, etc. Aquí hay que dejarlo sí o sí (siempre que el servicio sea correcto, que suele serlo).
Aunque pagues con tarjeta, no hay excusa. El hecho de que abones la cuenta con tarjeta de crédito no te exime de dejar una propinilla. Piensa que incluso es más sencillo. En este caso, no hay duda. La cuenta para el restaurante la paga el dinero de plástico y, la propina, la dejas tú en efectivo. Más claro, imposible.
Nada de soltar el cobre. Vamos al quid de la cuestión. En España somos muy de dejar calderilla y aprovechar para que la propina sea un montón de céntimos que nos sobraban y nos estaban pesando en el monedero. Esto es muy cutre. Dejar monedas de menos de 50 céntimos es, en general, un comportamiento a evitar. Como suponemos que tendréis alguna duda, vamos al punto final.
Debe ser proporcional a la cuenta. Este es el tema principal. Si lo que hemos tomado es una cervecita y nos han puesto una tapa rica y el precio era de 1.50, ¿por qué no redondear hasta los dos euros? En el caso de las comidas, el importe debe ir creciendo de manera proporcional al coste de las mismas. Una buena costumbre es aplicar el 15% de Estados Unidos o, ya que estamos empezando, un 10% al menos. Si hemos pagado 20 euros, deja 2. Si hemos pagado 30, 3, y así sucesivamente. Es verdad que cuando la cuenta ascienda a más de 100 euros tendremos que empezar a moderarnos: dejar más de 10 euros de propina si somos varios es posible, pero para una pareja, quizá sea demasiado.
Publicidad