QUE NO TE ENGAÑEN
Ni rejuveneces 10 años, ni existe el lifting sin cirugía: promesas muy peligrosas, contadas por una médico estética
El marketing estético actual ha dejado de hablar de medicina para hablar de milagros. Y lo preocupante no es solo lo que promete, sino cómo esas promesas afectan la percepción, la salud mental y las decisiones de quienes las consumen.

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Cuando entramos en las redes sociales es muy común escuchar mensajes de productos o tratamientos que te rejuvenecen 10 años, que son lifting sin cirugía o que prometen resultados inmediatos y permanentes. En un contexto de selfies, autopromoción constante y presión estética, es fácil olvidar que un tratamiento médico no es un producto cosmético. Y que los resultados, por más espectaculares que parezcan en una historia de Instagram, siempre tienen límites reales, riesgos y matices que el marketing no menciona.
Como profesionales, tenemos el deber de ser honestos, no solo en el diagnóstico, sino también en el lenguaje. Porque un rostro puede rejuvenecer cinco años, verse más fresco o más armónico… pero la promesa de "volver al pasado" sigue siendo solo eso: una promesa. Nuestra responsabilidad no es solo transformar un rostro, sino proteger la salud emocional de quien lo lleva.
Como paciente, tu mejor herramienta es el escepticismo informado. Pregunta, cuestiona las promesas absolutas y busca profesionales cuya comunicación se base en la honestidad y en la ciencia, no en los milagros. La mejor decisión estética es siempre una decisión bien informada.
Vamos a repasar las mentiras más comunes que solemos escuchar y de las que hay que huir.

¿Un tratamiento te puede quitar 10 años de encima?
Decir que un tratamiento te quita 10 años de encima es tan efectivo como decir que una crema borra el cansancio. No hay una escala médica objetiva que mida cuántos años rejuvenece un procedimiento. Cada paciente tiene una estructura facial, un historial, una genética y unas expectativas diferentes.
Cada rostro tiene una historia y un ritmo de envejecimiento distinto. No existen resultados estándar.
¿Se puede hacer un lifting son cirugía?
Muchos tratamientos se promocionan como lifting no quirúrgico o efecto lifting, creando la idea errónea de que con rellenos y neuromoduladores se puede lograr el mismo efecto que con cirugía. No es cierto.
Los resultados pueden ser buenos, pero no equivalentes, y las expectativas mal gestionadas son una de las principales causas de insatisfacción. El error no está en la técnica, sino en prometerle al paciente algo que esa técnica no puede lograr. Muchas veces, las pacientes se fijan en famosas que han cambiado su rostro supuestamente sin cirugía, cuando, en realidad, las profesionales sabemos que sí que ha habido bisturí.

Fotos comparativas: entre la ilusión y el engaño
Iluminación, ángulo de cámara, expresión facial, filtros… Las imágenes "antes y después" son una herramienta de marketing poderosa, pero fácilmente manipulable. El rostro cambia radicalmente solo con una luz frontal o una sonrisa.
Una buena imagen clínica respeta la objetividad. Todo lo demás es marketing, no medicina.
Tendencias virales, decisiones irreversibles
Procedimientos como Fox Eyes, Barbie Botox o Lip Flip nacen en TikTok y se replican en clínicas sin valorar si son adecuados para cada paciente. No todo lo que está de moda es anatómicamente viable. La presión por seguir una tendencia puede llevar a intervenciones innecesarias o mal indicadas.
Seguir una tendencia no debería costarte tu expresión natural.
¿Cuando te haces un retoque estético los resultados siempre son permanantes?
Decir que un tratamiento es permanente cuando se basa en productos reabsorbibles o técnicas que requieren mantenimiento periódico es, como mínimo, engañoso.
El envejecimiento continúa, y ningún procedimiento lo detiene. Nada en estética es definitivo, y quien prometa lo contrario está vendiendo humo.

¿Quién regula lo que se promete?
En Estados Unidos, el marketing médico está supervisado por agencias como la FTC y la FDA, pero la vigilancia es limitada, especialmente en clínicas no dirigidas por médicos. Muchas operan en una zona gris, donde las promesas publicitarias van muy por delante de la evidencia clínica. El problema no es solo lo que se ofrece, sino cómo se comunica y quién lo supervisa.
En España, organismos como Autocontrol regulan la publicidad sanitaria, pero la velocidad de las redes sociales a menudo desborda los mecanismos de control, creando un pequeño "salvaje oeste" digital donde las promesas exageradas campan a sus anchas sin consecuencias reales.
La medicina estética puede ofrecer resultados notables, pero necesita un marco ético en la forma de comunicarse. Prometer más de lo que la técnica puede lograr no solo es irresponsable: es peligroso.
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