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LA CIUDAD LLEVA DIEZ AÑOS ACOGIENDO EL CONCURSO NACIONAL DE TAPAS

Tapas y pinchos con experiencia: un motivo más para visitar Valladolid

El repertorio de la tapa y el pincho de calidad en Valladolid se manifiesta en todas las demarcaciones o barrios, con casi todas las tendencias y modalidades: de la tradición rigurosa, al vértigo de la vanguardia; de la tapa eminentemente castellana, a las de referencia vasca, catalana, andaluza... A ello han contribuido las nueve ediciones de su Concurso Nacional de Tapas, con especialistas de todas las comunidades autónomas que han dejado su huella culinaria.

De tapas por Valladolid

De tapas por ValladolidCocinatis

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Valladolid es probablemente una de las culpables del actual auge de la tapa. La capital castellano-leonesa fue pionera en los concursos itinerantes, que cada año cuentan con mayor participación y talento. Dos décadas con una oferta de calidad convierten a la ciudad en referente indispensable en el universo de la tapa.

La vocación por el tapeo, en una ciudad peatonal y repleta de referencias hosteleras históricas, exigía un evento que acogiera la actualidad y el dinamismo del concepto gastronómico más español. La iniciativa que diferencia a Valladolid a propósito de la tapa ha sido convocar el único Concurso nacional, con especialistas de todas las comunidades autónomas.

Los bares de la ciudad facilitan la competición de unos 60 participantes ante un jurado nacional. A cambio, cada concursante enseña a elaborar su tapa al local que lo apadrina, de forma que lo puedan degustar también sus parroquianos.

Durante los nueve años transcurridos del Concurso Nacional de Tapas Ciudad de Valladolid, han presentado su candidatura al concurso unos 3.500 especialistas de toda España. Todos ellos han dejado su huella culinaria y personalidad en los locales que los han acogido, lo que ha enriquecido la calidad y añadido diversidad nacional a la tapa local.

Un recorrido por la oferta permanente de Valladolid comienza inevitablemente en torno a la plaza Mayor, el cuadrilátero monumental y vistoso, donde está el Ayuntamiento y un estacionamiento subterráneo de amplias proporciones.

En la calle Pasión, encontramos Los Zagales, único ganador vallisoletanodel concurso nacional con el ya célebre Tigretostón y campeón también en otros certámenes, como el Premio Arzak de Pintxos en San Sebastián.

En su paralela, la calle Calixto Fernandez de la Torre, está en La Criolla, otra referencia mayor, desbordante de pinchos y parroquianos atendidos por Paco Martínez, pionero de la tapa variada y sutil, cuyo Bombón Seri ganó el Pincho de Oro de la ciudad hace diez años y sigue vigente.

Enfrente se encuentra Villa Paramesa, un lugar que ha impuesto su poderío culinario con incesantes creaciones.

En la inmediata plaza de Martí y Monsó se encuentraLa Tahona, una de las propuestas más consistentes de la ciudad, amenizada por José Luis Gil y familia, con una importante bodega y una imparable variedad en tapas.

Doblando a la derecha está Vino Tinto Joven, en Campanas 4, feudo de la familia Garrote, hosteleros de amplia implantación, donde hay pinchos singulares de línea vanguardista y joviales vinos por copas de las cinco D.O. que toca la provincia: Cigales, Ribera de Duero, Toro, Tierra de León y Rueda.

Muy cerca estáLa Mina, en Correos, 7, ahondando permanentemente en sabores de siempre que permiten construir menús de pinchos de repertorio variado.

El Caballo de Troya, también en la calle Correos, es un escenario espectacular de patios y estancias que se suma al deleite de la cocina en miniatura.

La Jamonería Sarmiento, en la calle Conde Ansúrez, 11, hace honor a las tapas de chacinas selectas y también guisa platos, con el añadido de tienda de delicatesen castellana, con patés de lechazo y otras gollerías.

En Guadamacileros 5, a la vuelta, está La Abadía, con sus afamadas brochetas galardonadas en concursos locales.

Establecimiento hermano del anterior, recomendable y próximo, atravesando la plaza de los Arces y en la calle Doctor Cazalla, es el Ángela, finalista frecuente del concurso nacional de pinchos, cuyo dueño, Chuchi, corpulento y sonriente siempre, es un apasionado de la cocina breve.

Atravesando un dédalo de calles, pero geográficamente próximo, en la plaza de Santa Brígida, llegarás aDon Bacalao, otra referencia del sabor local que no puedes perderte. Alfonso García, que se doctoró tempranamente en pinchos en San Sebastián, monta cada día una de las barras más versátiles, donde el bacalao suele ser protagonista.

Detrás de la catedral, en la calle Paraíso, está El Escudo, donde el popular Tasio ha retornado a la tapa tradicional de producto que identificó su trayectoria, tras ciertos devaneos con la vanguardia que su parroquia acogió con menor entusiasmo.

En la misma vecindad se encuentra El Portón de la Antigua, en Marqués de Duero 8, caracterizado por sus tapas de arraigo castellano o sus medias raciones de buen producto.

A continuación, Fierabrás, cervecería con tapas de sustancia y grifos de autoservicio en cada mesa.

Otros distritos más distanciados del centro acogen establecimientos notables como el Amador, en la calle Soto 57, donde su especialidad marisquera se enriquece con la generosidad del tapeo.

Y no es ocioso recordar -aunque sea sin comentario expreso para no explayarme más de la cuenta-, otros clásicos perennes de la tapa como Campogrande, La Sepia, o Puerto Chico, lo mismo que los que manifiestan mayor relevancia en el restaurante que en la barra, como, La Garrocha, Vino Tinto, elMesónCervantes o el María.

La tapa es un concepto gastronómico español que no tiene traducción. Es un mensaje culinario colectivo y popular, y el mejor vehículo para la implantación de productos españoles en los mercados internacionales. Es probablemente la marca de España más concreta y sabrosa, y Valladolid tiene que ver mucho con ello.

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