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AUNQUE UNA COSA ESTÁ CLARA: SALVO EXCEPCIONES, CENA POCO

Dime qué vida llevas y te diré qué cenar

Parece haber bastante consenso en en universo nutricionista, pese a que en otros asuntos se tiren los trastos a la cabeza, en que conviene cenar moderadamente y, a poder ser, pronto. Las grandes comilonas antes de irnos a dormir no sólo nos van a engordar más, sino que harán que durmamos peor y nos aportarán calorías que no vamos a utilizar. Eso no significa, sin embargo, que todos debamos cenar lo mismo, pues depende en gran medida del tipo de vida que llevemos. Aquí van algunos consejos para que te prepares la cena en función de tu tipo de vida.

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Tengo hijos. No lo dudes, cena con ellos. Ya sea a las 19.30 h o a las 20 h, no cometas el error de darles de cenar, picotear algo de las sobras, esperar a que se duerman y pegarte un festín a las 22 h. Cena con ellos, y si otros miembros de la familia llegan más tarde y te gusta compartir tiempo con ellos a esas horas, prepárate una infusión y siéntate con ellos a la mesa. Te sentirás mejor, harás la digestión perfectamente y, además, comerás menos y probablemente mucho mejor. Y es que, ¿si a ellos les pones verdura y pescado día sí y día también, por qué tú acabas preparándote unas salchichas?

Como muy poco a mediodía. Son muchas las personas que comen en la oficina, con poco tiempo, y que por tanto apuestan por una ensaladita, un sandwich pequeño o cualquier otra comida ligera (y, en la mayoría de los casos, fría). En este caso, recomendamos realizar una cena ligera y nutritiva, pero caliente, que puede ser desde verdura a crema, pescado, carne a la plancha (pollo o pavo, si puede ser) o incluso algo de arroz, quinoa o pasta integral si el cuerpo nos lo pide. En este caso, es fundamental que, aunque los horarios no te lo permitan, trates de merendar alguna cosa, desde un bocadillo a unos frutos secos, fruta o cualquier otro tentempié que te haga aguantar hasta la cena.

Como muy pronto. Tal vez llegues a la merienda con un hambre canina, pues al haber comido a las 13 h, a las 18 h ya nos comeríamos un cabrito. Nuestro consejo es que a esa hora te comas una pieza de fruta o un yogur y esperes a las 19 h para cenar en condiciones. No hay nada más absurdo que esperar a cenar si tenemos hambre, pues lo recomendable es cenar pronto. Si tienes hambre antes de irte a la cama, apuesta por algo de fruta (siempre que sean digeribles), frutos secos o yogur.

No desayuno. Por lo tanto, tienes mucha hambre a la hora de cenar. No vamos a decirte que al no desayunar tienes que compensar con una cena consistente, sino todo lo contrario: desayuna. Aunque al principio te cueste, procura desayunar algo para no llegar a la cena con tanta hambre y, si eres de los que sólo son capaces de tomar un café antes de salir de casa, no sufras. No hace falta que desayunes nada más levantarte: puedes tomar el café o un zumo a primera hora de la mañana y, pasadas un par de horas, tomar un pequeño bocadillo.

Trabajo de noche. Cena pronto y cena bien, sin excesivas privaciones: pasta, legumbres, cereales, pan, carnes, pescados... Vas a necesitar energía, por lo tanto tienes que apostar por una cena consistente. Otra cosa será tu comida de mediodía, antes de irte a dormir, que debería ser muy ligera y frugal. Lo mismo ocurre en el caso de todos aquellos que se queden a estudiar por las noches: cenad bien, pero tampoco os peguéis banquetes que os provocan somnolencia. Y cuidado con el café: si calculáis mal las dosis vais a acabar en vela toda la noche y al día siguiente estaréis destrozados, de manera que no habrá valido la pena el spring.

Llego muy tarde a casa. Sales tarde del trabajo, tardas un rato en llegar a casa y después haces alguna actividad extra. De manera que llegas a casa a las 23 h. Nuestro consejo es que intentes dividir la cena en dos partes, en la medida de lo posible, o, por decirlo de otra manera, que hagas una merienda consistente para que al llegar a casa solo piques algo. ¿Qué tal si intentas comer algo en el trabajo antes de salir rumbo a tus actividades? Una pequeña ensalada de pasta, algo de arroz, un bocata, empanadas o cualquier comida fría, que no requiera demasiada parafernalia. Así, al llegar a casa te bastará, tal vez, con una crema de verduras y algo de fruta, o con un yogur con granola, un aguacate, etc. Verás como duermes mejor, te levantas de mejor humor e incluso pierdes algún que otro kilito.

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