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UN JAPO CLANDESTINO, UN WARHOL QUE RESUCITA... Y MÁS

Cómete un Warhol

El arte está en todas partes, sólo hay que saber verlo. Y ciudades como Nueva York están a rebosar de arte, como muestra estos restaurantes en los que Warhol comparte hamburguesa con Rothko mientras LaChapelle busca el lado feo de un sandwich de pollo.

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CocinatisEse inquietante señor con barba te observará mientras cenas.

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Andy Warhol se burló del arte poniendo lo que para nosotros sería una fabada Litoral (para ellos una sopa Campbell) en modo "pop art". Así la convirtió en icono de la modernidad y, de paso, con una idea tan sencilla se hizo de oro. Una carcajada millonaria por una sopa de a dólar.

Hoy en Nueva York, si Warhol levantara la cabeza, se daría cuenta de que la guasa sigue... Y que algunos de sus cuadros cuelgan en uno de los restaurantes más chics de la ciudad, The Lion, donde las sopas no son Campbell, sino una sopa del día a precio de mercado (no suele bajar de los 15 dólares), en el mismo lugar donde una hamburguesa vale 19 y un plato de pasta, la especialidad de la casa y lo que ha ganado las mejores críticas puede llegar a 25.

La comida está bien, pero lo que promociona este lugar del West Village manhatteño es el gusto de comer rodeado de arte. Warhol es uno de los "platos" estrella y vuelve a revalorizar lo que, en realidad, no vale tanto. Y junto a él, su amigo haitiano Jean-Michel Basquiat, así como otros comensales inertes como fotografías de David LaChapelle u obras de Eric Freeman y John Codling. ¿Se hará mejor la digestión bajo el síndrome de Stendhal? Puede ser... La cuenta acaba subiendo, como si fuera aquello una subasta de Sotheby's, hasta los 75 dólares. Cosas de la burbuja del arte... Un arte pop que hizo que el chef de este restaurante, John De Lucie, recibiera un MTV Movie Award. ¿Alguien entiende algo?

Precisamente, Warhol y Basquiat, cuando el primero vivía su segunda juventud en plenos años ochenta y Basquiat no era consciente de que le quedaba poco para morir, tuvieron una relación más allá del arte y la amistad. El retratista de Marilyn y Liz Taylor era el casero del rey del grafiti. Cosas del Nueva York de los 80. En ese pequeño estudio de la calle Great Jones, donde dicen que Madonna besó a Basquiat, hoy se sitúa uno de los japoneses más curiosos de la ciudad. Curioso por exquisito, curioso por caro, curioso por prácticamente clandestino. No tiene web, no permite reservas. El que suscribe pudo encontrar su teléfono a través del departamento de sanidad y ha decidido mantener el misterio, pero cree que a Warhol le gustaría más que The Lion. Basquiat creo que era un poco más rarito para comer. Pero 100 dólares bien gastados los de este sitio en el que, además de sake, también tienen cava. ¡Chúpate esa!

Pero en un momento en el que Ferran Adrià ha presentado una de las exposiciones más desconcertantes jamás vistas en esta ciudad, en Nueva York no han tardado en ver que el arte y la comida tienen una relación muy bidireccional.

En el Four Seasons, que son muy finos, han llamado a su restaurante ART Desde que se abrió en 1959, las exposiciones de arte moderno van cambiando y ahí también ha estado Warhol, por supuesto, aunque Picasso, Pollock o Miró han tenido también su momento. Mark Rothko fue invitado a pintar las paredes del comedor y el menú degustación cuesta 59 dólares (sin propinas ni bebidas). Teniendo en cuenta que entre sus opciones están cosas tan "pintonas" como ceviches, ostras y palomitas de gamba, no es lo más caro que nos ha pasado en esta ciudad. Además, para que no falte de nada, las sillas están diseñadas por Mies van der Rohe y Philip Johnson.

Pero mientras los restaurantes se empeñan en añadir valor artístico a sus locales, los museos en Nueva York también se han lanzado a emplear la otra acepción de la restauración. Los que mejor han integrado el arte en los fogones han sido los del PS1, la sede del MoMA en Queens, donde los chefs tienen pose de artista y la comida se sirve en un lo que parece una antigua clase de dibujo. El lugar se llama M. Wells Dinette y lo llevan dos destacados chefs, Hugue Dufour y Sarah Obraitis. La comida, en este caso, no está sobrevalorada: es estupenda. El cordon bleu de rape, en concreto, espectacular, y el restaurante es coherente con el rollo "informal chic" que preside el museo. Forma y fondo confluyen de la misma manera que la espelendorosa Neue Galerie austriaca, un poco más arriba del Metropolitan Museum, tiene una pastelería imperial inigualable llamada Café Sabarsky. Una de sus mejores tartas se llama, no en vano, Klimt, como la firma que llevan muchos de sus cuadros, y, lo que son las cosas, sus colas son muchas veces más largas que las del propio museo.

Y tú, ¿pintas platos o comes cuadros? En cualquier caso, échale un vistazo a este vídeo‎.

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