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Te contamos cómo nos han vendido esta moto

¿De verdad crees que necesitas una media naranja?

Hemos oído hablar del origen del mito de la media naranja desde que tenemos uso de razón. Lo tenemos tan interiorizado que nos creemos seres incompletos en busca de su otra mitad. Una búsqueda que a veces se convierte en lo más importante en nuestra vida, pues ¿qué somos sin amor?

Pareja enamorada

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Nos han vendido una idea que tiene más de dos mil años y no nos hemos planteado si es solo un cuento o algo real. El origen del mito de la media naranja viene del siglo 385 a.C, de ‘El Banquete’ de Platón, donde se explicaba que al principio la raza humana era casi perfecta de este modo: "Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción".

Estos seres redonditos podían ser de tres clases: uno, compuesto de dos hombres; otro, de dos mujeres; y un tercero, formado de un hombre y una mujer, llamado 'andrógino'. La historia cuenta que "los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses". Y ante aquella osadía, Zeus, que no quería reducirlos a la nada, encontró la solución para debilitarlos: separarlos en dos.

El problema surgió después: "Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de la que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra".

Pues sí, esto es en lo que nos han vendido, que el amor es la solución más satisfactoria al problema de la existencia humana, y que solo con nuestra otra mitad nos sentiremos “completo/as”. Pero pensar que el otro es el todo puede llevar a relaciones codopendientes y hasta tóxicas. Pensar que no somos nadie sin otra persona es restarnos inportancia y valor a nosotro/as mismo/as.

Amor
Amor | iStock

El amor no es necesitar al otro para existir, es existir para vivir con el otro. No necesitas una media naranja para convertirte en un ser redondo y perfecto, ya lo eres. Un amor maduro, sano y libre implica ciertos elementos básicos y comunes en todas sus formas:

- Cuidado: La preocupación activa por la vida y el crecimiento de quien amamos. Y preocuparnos no es estar pendientes de todo lo que haga, diga o con quién esté. Cuidar es alegrarnos de sus exitos y acompañarle cuando lo necesite.

- Responsabilidad: Un acto enteramente voluntario de estar listo/a y dispuesto/a a “responder” en ayuda del otro, y esto quiere decir: estar si me necesitas. Una relación, implique deseo erótico o no, es estar con el otro, y no estar para el otro. No somos sirvientes, somos compañero/as.

- Respeto: Tener conciencia de la individualidad única de la otra persona. Quien nos ha elegido para compartir su viaje, su vida y sus experiencias es libre, no nos pertenece. Entender esto puede hacer abrir la jaula en la que muchas parejas mantienen a sus compañero/as. Encadenarnos a ideas o formas de estar es limitador. Volar juntos, en cambio, es magia.

- Conocimiento: Solo es posible cuando se trasciende la preocupación por uno/a mismo/a y se ve a la otra persona en sus propios términos. Mirarla, escucharla, entenderla. Conocerla. Estar en pareja, amar a alquien, es exactamente eso.

Y para que todo esto funcione, primero es necesario aplicarlo a uno/a mismo/a: cuidarse, responsabilizarse, respetarse y conocerse. Convertirnos en nuestro propio ser redondo para poder compartir nuestra vida con alquien que también lo es. Convertirnos en seres completos individualmente para complementar a alguien más.

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