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Te sientan como un tiro

Cosas que odias que te digan cuando no tienes pareja

La gente las dice con buena intención (bueno, no siempre), pero algunas te sientan como un tiro. Ser mujer y no tener pareja estable todavía sigue siendo un estigma, y son muchos los que día a día se atreven a opinar sobre tu estado civil, a veces de forma sutil y otras sin piedad, a menudo sin darse cuenta de lo molestas que resultan algunas de esas observaciones hechas aparentemente a la ligera.

Mujer gritando

Mujer gritandoiStock

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Y no solo a ti, que en muchos casos estás ya de vuelta de todo tras décadas de lucha en solitario contra los prejuicios sobre las mujeres solteras, sino que acaban alimentando una serie de estereotipos machistas incrustados desde hace siglos en nuestro imaginario colectivo, con los que convendría ir acabando ya de una maldita vez.

“No entiendo que no tengas novio”

El que te dice esto suele decírtelo con extrañeza sincera, con los ojillos entrecerrados y una mirada perspicaz, tras escrutarte durante un rato sin ningún tipo de disimulo. Qué esconderás tú que nadie quiere juntarse contigo, qué tara tendrás bajo esa apariencia de persona afable que saluda a sus vecinos y paga sus impuestos. El atónito “no entiendo que no tengas novio” esconde, en muchos casos, un subtexto peligrosísimo: tú no has conseguido que ningún desalmado pique el anzuelo, algo tendrás, cariño. La frase es desafortunada por sí sola, pero siempre puede ser peor si viene acompañada de un “no entiendo qué les pasa a los tíos”. A ellos, claro, son ellos los que te rechazan, porque no irás a ser tú, que vas por las esquinas mendigando afecto, la que tal vez no quieras. No irás a ser tú la que estés bien sola porque da la casualidad de que eres una mujer independiente, tienes sexo habitualmente y mil cosas que te llenan en la vida. No irá a ser eso, qué va.

“No tienes novio porque no quieres”

Esta es la cara de la moneda del punto anterior, porque hay veces en que sí, sí quieres tener novio. Y no es que tu vida no tenga sentido si no lo tienes, pero estás en un momento en que te apetece tener una pareja y las circunstancias no están de tu parte. ¿Cómo explicar a esas personas que te dicen que no tienes novio porque no quieres, porque creen que tener novio consiste en tener CUALQUIER novio, que en realidad sí quieres tenerlo? Que te mueres por tener novio, pero que últimamente no estás afinando demasiado bien al elegir y que los que te eligen a ti no te interesan ni lo más mínimo, aunque seguramente serían novios excelentes que se comerían sin pestañear el domingo todo lo que les sirve tu madre. ¿Cómo explicar esta complejidad que ni siquiera entiendes tú?

“¿No serás lesbiana?”

Machismo, paternalismo y condescendencia se dan cita en esta frase que muchas mujeres solteras han tenido que escuchar en algún momento. La vida sin un hombre al lado es incomprensible para muchos, que encima se permiten el lujo de sugerirte que has estado toda tu vida equivocada y que tal vez te molan las tías, pero eres tan poco avispada que no te habías dado cuenta hasta el momento en que te lo ha sugerido tu vecina.

“Se está mejor sola”

Claro, claro, claro. Y me lo dices tú que empalmas una pareja tras otra. Todo en orden.

Mujer feliz
Mujer feliz | iStock

“Es lo que provocas”

Después está la idea entre magufa y medieval de que se ha cernido sobre ti una especie de maleficio que hace que solo atraigas al hombre equivocado. Algo hay en ti para provocar que solo se queden los malos y que los tíos guays huyan despavoridos. Porque para ese ente abstracto llamado sociedad seguimos siendo damiselas abatidas en busca de un hombre que dé sentido a nuestras vidas, aunque por una extraña razón desprendemos un extraño tufillo, como si fuésemos mofetas, que los hace salir corriendo en cuanto se acercan. No será que tú también puedes sentirte cómoda en ocasiones en relaciones poco convencionales e incluso complicadas (tú no, bella florecilla del bosque). Y que preferirías estar sola una y mil vidas antes que pasarlas al lado de ese supuesto tío guay que suele tener en la cabeza el autor de la frase.

“Vendrá cuando menos te lo esperas”

Esto suele molestar porque, maldita sea, es verdad. Y no tiene ningún tipo de explicación, pero es así. Resulta que te afanas en Tinder, desempolvas tus tentáculos y vas por la vida con los ojos bien abiertos y no se obra el milagro, pero te vas un fin de semana a Mississippi a visitar el viejo rancho del tío abuelo de una amiga y acabas perdidamente enamorada del tipo que cepilla a los caballos. ¿Y ahora qué?

“Seguro que has dejado pasar muchos que valían la pena”

He aquí el mito de la mujer cruel y el simpático pagafantas, machismo en estado puro. ¿Qué importa que esos tipos que valían la pena y dejaste pasar no te gustasen? ¿Desde cuándo a una mujer tiene que gustarle un tipo para salir con él? Es curioso que en la dicotomía Mala Mujer/ Pagafantas la sociedad, seamos hombres o mujeres, solemos alinearnos en bloque con el pagafantas, queremos que la bella se enamore de la bestia, sin ser demasiado conscientes de lo que esconde esa empatía. La idea es que debería bastar con que un hombre sea buena persona y te trate bien para quererle, una premisa que pone en cuestión tu capacidad de elección y decisión, así como tu derecho indiscutible, probablemente de los más valiosos que hemos conseguido en las últimas décadas, de equivocarte. Tantas veces como te venga en gana.

“Eres demasiado complicada y no aguantas nada”

Aguantar parece ser algo básico en una relación, tener grandes dosis de paciencia y agarrarse con fuerza al remo en medio de la tormenta mientras la barca se rompe en pedazos. Y es cierto, hay veces que uno abre los ojos, los truenos han cesado, ha salido el sol y la barca flota pese a todo. Aguantar, la palabra clave. La pregunta aquí es hasta dónde hay que aguantar. ¿Quién establece el límite? El límite de aguantar es como todo en la vida, que todos creemos que existe objetivamente un momento concreto en el que ya no se puede aguantar más, y ese momento coincide exactamente, casualidades de la vida, con el punto hasta el que aguantaríamos nosotros. Tienes que aguantar hasta aquí, te dicen, es lo que hacemos la gente normal. ¿Tú no? Claro, eres demasiado complicada.

“Tienes que cambiar de ambiente”

Ah, esas madres preocupadas que consideran que en esos conciertos raros a los que vas no vas a encontrar un novio en condiciones ni que volvieses a nacer. Y qué razón tienen. El problema es que eso a lo que ellas llaman cambiar de ambiente es un lugar repleto de hombres que te resultan menos atractivos que un zapato. “Apúntate a un club excursionista para conocer hombres más normales”, le dice insistentemente su madre a una amiga soltera, harta de pelanas indocumentados que se plantan con resaca en su casa los domingos. ¿Quién le dice ahora a esta mujer que los hombres normales no nos gustan, y que tal vez esa sea la respuesta a todo? Y peor: ¿qué mujer en su sano juicio va a fiarse de un montañero?

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