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¿El estrés engorda? Te explicamos cómo resolver el problema

En rachas de estrés, puede que busques consuelo en la comida. Cuidado que pasa factura.

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En esos momentos en los que creemos no poder con la vida, es fácil dejarse arrastrar por las voces que salen de la nevera y terminar subiendo de peso casi sin darnos cuenta. Tiene su lógica. En los momentos más difíciles, el hambre aumenta debido a un proceso físico de supervivencia generado por nuestro cuerpo.

Cuando estamos bajo presión, el cuerpo produce una hormona llamada cortisol. Y son los altos niveles de esta hormona los que causan un aumento de la glucosa en sangre, es decir, de los niveles de azúcar, lo que provoca a su vez una subida de insulina, estimuladora oficial del apetito y culpable de empujarnos a comer más incluso cuando no tenemos hambre.

Para aquellos que no han pasado por un período de estrés agudo, ya sea por los estudios, por trabajo o por temas personales, consolarse con el pecado de la gula podrá parecerles una soberana estupidez. Sin embargo, romper ese círculo hormonal vicioso que relaciona la ansiedad con el hambre puede resultar muy difícil. Un desafío complejo pero no imposible.

No dejes de comer. El efecto rebote puede ser peor. Aquí tienes 5 remedios muy sencillos para que empieces a poner en práctica cuando creas que estás engordando por culpa de los nervios.

Para el desayuno, opta por la granola

La combinación de carbohidratos complejos de la granola integral aporta fibra y grasas “buenas" provenientes de los frutos secos. Desayunar esta mezcla de supernutrientes te ayudará a prevenir ataques de hambre entre horas.

Además, asegura mucha vitamina B, útil para obtener energía y combatir el estrés. Además, esta vitamina está involucradas en la producción de neurotransmisores de bienestar, como la serotonina.

Frutos secos
Frutos secos | iStock

Merienda frutos secos

Un puñado de nueces, almendras o pistachos sin sal, es ideal para calmar el hambre y mantener a raya la ansiedad. Suministran triptófano, un precursor de aminoácidos de la serotonina, la hormona del buen humor.

También son una fuente de minerales como el potasio y el magnesio, que tienen asimismo un efecto calmante. Por último, los frutos secos proporcionan fibra y ácidos grasos esenciales que ralentizan la absorción de azúcares y son capaces de saciar el apetito durante mucho tiempo.

Cómete un aguacate

Combinado con una pizca de cacao amargo, el aguacate es excelente para combatir el estrés. Este fruto es fuente natural de tirosina, un aminoácido que ayuda a sentirnos ágiles. Por su parte, el cacao contiene triptófano, calcio, fósforo, potasio y vitamina B, sustancias que promueven el bienestar emocional.

Pon semillas en la ensalada

Los ácidos grasos esenciales que podemos encontrar en el cáñamo, la calabaza o las semillas de sésamo se pueden enriquecer si los combinamos con fibras vegetales y proteínas de pescado, carne y derivados de esta, pues ralentizan la absorción de azúcares y prolongan el efecto saciante. Aquí también hallaremos grasas “buenas”, nuestras grandes aliadas a la hora de regular el estado de ánimo.

Y para cenar, pasta integral

Otro gran generador de la hormona del buen humor es la pasta integral. Su alto contenido en triptófano promueve la producción de serotonina y proporciona la vitamina B que necesitamos para contrarrestar la fatiga psicofísica y cargarnos de energía.

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