El análisis del psiquiatra

"Tomás Gimeno consideró de su propiedad la vida de sus hijas y la felicidad de su exmujer"

El psiquiatra José Carlos Fuertes traza un perfil psicológico de Tomás Gimeno. El hombre que desapareció junto a sus hijas en Tenerife el pasado 27 de abril y que presuntamente mató a las niñas y las arrojó al mar.

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¿Puede la mente humana llegar a reaccionar de esta manera tan sumamente cruel y perversa? ¿Es capaz un padre de ejecutar a sus dos hijas y planificar esa matanza?

Cuando nos hacemos estas preguntas, rápidamente aparecen respuestas de todo tipo y en general pretendemos conjurar esa acción y decir que la mente humana normal no es capaz de llegar a esos límites. Que tiene que estar desequilibrado, que tiene que ser un enfermo mental que tiene que haber pasado algo o se le tienen que haber cruzado los cables.

Como psiquiatra con 40 años de ejercicio debo decir que no es así. La mente humana es capaz de cometer las mayores heroicidades y también llevar al sujeto a ejecutar las mayores villanías.

Es cierto que detrás de esta conducta que se ha producido en Tenerife existe un desequilibrio de la personalidad. Tenemos un sujeto que presuntamente es un ególatra, que coqueteaba con las drogas parece ser y que a sus acciones no había forma de criticarlas. Parece ser que tenemos un sujeto muy inmaduro, inestable emocionalmente y con una frialdad en algunas de sus acciones que llaman la atención.

Hay que insistir en que no detrás de todo acto criminal de este calibre va a estar un enfermo mental ni mucho menos. La enfermedad mental sigue otros parámetros y otros derroteros, lo que tenemos aquí es un sujeto perverso. Un sujeto dañiño, alguien que consideró de su propiedad exclusiva tanto la vida de sus hijas como la felicidad y el bienestar de su exmujer. Alguien que no solamente ha matado a sus hijas, sino que ha ejecutado un plan para que el sufrimiento sea lo más intenso posible: "Van a tardar en encontrarlas y vamos a intentar conseguir que esa mujer sufra de la mayor manera posible", debió pensar.

No cabe mayor perversión, daño ni conducta criminal.