Prestige

Los testigos del hundimiento del Prestige, 20 años después: "Si hoy estamos así, es gracias a la gente"

Hace 20 años, en la costa gallega se sufrió el peor desastre medioambiental de la historia de España. Testigos de aquel momento, desde niños hasta marineros, hacen balance de estas dos décadas.

MUXÍA (A CORUÑA). Piedras manchadas de chapapote en el concello coruñés de Muxía, corazón de la Costa da Morte y epicentro del hundimiento del Prestige

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El 13 de noviembre de 2002 marcó un antes y un después para Galicia. Aquel día, el Prestige, un gran barco monocasco, transitaba frente a la costa gallega con destino a Gibraltar. Tenía capacidad para trasportar hasta 81.000 toneladas de carga. Estaba muy deteriorado. Había sido construido en Japón en los 80 y en los 90 pasó a navegar bajo bandera de Bahamas. Un fuerte temporal provocó, aquel día, una vía de agua que lo hizo escorar y finalmente hundirse. Aquello desencadenó la peor catástrofe medioambiental de la historia de España. Unos 3.000 kilómetros de nuestro litoral, y también del litoral portugués y del francés, quedaron afectados por el fuel que perdió el barco. La costa gallega se tiñó de negro. La vida en la Costa da Morte dio un vuelco.

El antes y el después de los testigos

Miriam tenía 10 años entonces. Ella y sus amigos grabaron aquellos días a sus vecinos: las reacciones, los miedos, la incertidumbre. "Las mariscadoras no podían salir a faenar, ni los marineros. Nosotros no podíamos salir a jugar porque el parque había quedado cubierto de chapapote", recuerda ahora.

Otras preocupaciones tenía Rita. Ella era pescadera. "Nadie quiere comprar el pescado porque tienen miedo de que venga contaminado", decía en aquel momento. Ahora, ya jubilada, recuerda todo aquello "como un desastre y con mucha pena para todo el pueblo".

Lo mismo le ocurrió a Daniel, un marinero que se preguntaba "¿De qué vamos a vivir?". "Pero después descubrimos que el mar se recupera", señala. Los tres son vecinos de Muxía y no olvidan aquellos días negros, pero tampoco la otra marea, la blanca; la de la solidaridad de los voluntarios que vinieron de toda España para limpiar nuestras playas. "Si hoy estamos así, es gracias a la gente", señala Miriam. Para Daniel "los voluntarios fueron lo mejor que pudo pasar".

Hoy, veinte años después, la vida en la Costa da Morte ha vuelto a la normalidad. El mar se ha recuperado y el paisaje, también. Todos coinciden en que el Prestige es pasado. Pero insisten en la importancia de recordar lo que pasó para aprender y evitar que se vuelva a repetir una catástrofe de este tipo.

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