REDES SOCIALES

¿Somos conscientes de lo que publicamos de nuestros hijos?, el peligro silencioso del "sharenting"

Cada vez más padres comparten imágenes y datos de sus hijos en redes sociales sin medir las consecuencias. Esta práctica, tiene riesgos legales, éticos y de seguridad para los menores, cuyas huellas digitales se crean sin su consentimiento.

Joven mirando redes sociales

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En pleno auge de las redes sociales y el uso masivo de dispositivos móviles, ha surgido un fenómeno que preocupa aexpertos en protección de datos y derechos del menor: hablamos del "sharenting". Este término, nacido de la combinación en inglés de "share" (compartir) y "parenting" (crianza), es la identidad que dejamos en Internet; muchas veces sin ser plenamente conscientes de ello. Y cuando esa identidad no es la propia, sino la de nuestros hijos, las consecuencias pueden ser aún más graves.

Un derecho del menor amparado por la Constitución Española

Desde el punto de vista legal, ambos progenitores deben estar de acuerdo en la publicación de imágenes de sus hijos. Si uno se opone, el otro no puede publicarlas sin autorización judicial ,como dice el Art. 156 del Código Civil. Además, según el Reglamento General de Protección de Datos de la UE, desde los 16 años los menores deben dar su propio consentimiento para la difusión de sus datos personales, incluida su imagen.

Pueden desencadenar conflictos familiares futuros si los menores, ya adultos, consideran vulnerados sus derechos y deciden emprender acciones legales contra sus propios padres. Como señala la Ley Orgánica 1/1982 sobre el Derecho al Honor, la Intimidad y la Propia Imagen, estos derechos son irrenunciables, inalienables e imprescriptibles.

¿Es correcto publicar imágenes de tus hijos sin consentimiento?

Un debate que no es solo legal o técnico, sino profundamente ético y social. En un entorno donde la tecnología avanza más rápido que la reflexión, es vital parar y pensar: ¿qué futuro digital estamos construyendo para nuestros hijos?. Muchos padres publican con cariño y orgullo. Pero el amor no siempre garantiza el respeto a la intimidad.

El hecho de que algo nos parezca "bonito" o "inocente" no lo convierte en correcto ni en seguro. Existe una paradoja moral preocupante: muchos padres advierten a sus hijos sobre los peligros de Internet y la importancia de no compartir información personal, mientras ellos mismos exponen desde bebés la vida privada de esos mismos hijos. Por tanto, el dilema no es tecnológico, es humano: ¿estamos cuidando la infancia o estamos digitalizando la infancia?.

En un mundo cada vez más digitalizado, donde todo se comparte y se documenta en tiempo real, es urgente detenernos a pensar qué compartimos, por qué lo hacemos y a costa de quién. La huella digital que dejamos, y que construimos por otros, no desaparece. Forma parte de su identidad futura, de su imagen pública, de su historia personal. Muchos menores están creciendo ya con una biografía digital que no han elegido, sin voz ni voto sobre lo que se ha dicho, mostrado o difundido sobre ellos.

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