Reto Crowdfounding

Sara, una joven con movilidad reducida, necesita 10.000 euros para costearse un perro de asistencia: "No quiero depender de nadie”

"La vida ha sido un reto desde que me pasó esto. Todos los días encuentro un impedimento para hacer cosas básicas del día a día. Un perro de asistencia no es gratuito y no sé cómo llegar a más gente", explica.

Una joven con movilidad reducida necesita 10.000 euros para costearse un perro de asistencia

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En 2020, la vida de Sara cambió por completo. Tras un percance laboral sufrió una hernia discal que le derivó en una lesión medular. Ahora ha lanzado una campaña de crowdfunding para poder costear un perro de asistencia que le ayude a recuperar parte de la independencia que perdió: “Me haría la vida más fácil".

Hasta entonces era una mujer activa, independiente, dueña de una tienda de accesorios para animales y peluquera canina. "Era mi pasión, había cumplido un sueño", recuerda con nostalgia. Pero una mala postura al cargar peso desencadenó una grave hernia discal que le ha dejado secuelas permanentes: "No me agaché bien, y ese gesto cambió mi vida".

La lesión no fue reconocida como accidente de trabajo, lo que dificultó aún más su acceso a una atención sanitaria adecuada. “Lo pusieron como contingencia común y eso lo complicó todo”, lamenta. El calvario que vivió solo acababa de comenzar ya que, después de una operación durante el inicio de la pandemia del COVID-19 en marzo de 2020, le dieron el alta hospitalaria de manera precipitada y tras una recaída no atendida a tiempo por una lista de espera interminable, Sara llegó a un punto de no retorno.

Segunda oportunidad pagada con esfuerzo

Cansados de esperar una solución desde la sanidad pública, su padre decidió costear la intervención por la vía privada: “No podía seguir con ese dolor. No podía mover las piernas ni orinar. Estuve semanas sin poder ir al baño”.

Después llegó la rehabilitación en la Unidad de Lesionados Medulares del Hospital Insular de Gran Canaria. Allí Sara comenzó de nuevo. Aprendió desde cómo vestirse hasta cómo a usar una silla de ruedas o caminar pequeñas distancias con muletas y andadores. El camino ha sido largo y doloroso, no solo físicamente. “Al principio no aceptas los cambios. Quieres volver a ser la misma, pero la realidad es otra. Siempre quieres más y llega la frustración porque la rehabilitación tiene un límite”, expone.

Hoy en día vive con una discapacidad reconocida del 70%. Aunque camina distancias cortas, la mayor parte del tiempo se desplaza en silla de ruedas. Las barreras físicas y sociales son constantes: aceras sin rebajes, baños inaccesibles, transporte público poco adaptado y, sobre todo, la dependencia: “Hay tareas del día a día que ya no puedo hacer sola sin tener que hacer un sobreesfuerzo, como recoger algo del suelo”.

“No quiero depender de nadie”

Esa necesidad de recuperar autonomía es lo que la ha llevado a lanzar una campaña de crowdfunding, con el objetivo de recaudar 10.200 euros. Por ahora tiene recaudado el 21% y “el tiempo se acaba, tengo hasta el 31 de octubre”, lamenta la joven que ve pasar los días y no siente que la recaudación avance.

La cifra es la parte que le corresponde abonar como usuaria para poder acceder a un perro de asistencia adiestrado por la Asociación Discan, especializada en entrenar canes para personas con movilidad reducida. El coste total es de más de 24.000 euros, pero la asociación cubre más de la mitad del presupuesto. “Aun así, para muchas personas como yo, sigue siendo inasumible sin ayuda”, cuestiona. Por eso ha creado la campaña “Un perro de asistencia para Sara” en la plataforma Mi Grano de Arena. “Lo mejor de esta web es que lo recaudado va directamente a la asociación, no a mi bolsillo, así no cabe duda de que el dinero se va a emplear a la causa, me da seguridad”, explica Sara.

El proceso es largo. Una vez recaudado el dinero, se seleccionará un cachorro con buen carácter que comenzará un entrenamiento de aproximadamente dos años. Luego, el perro será incorporado a la vida cotidiana de Sara con la ayuda de su adiestrador. Este perro, explica, no será solo un compañero, será una herramienta fundamental para su día a día: “Podrá ayudarme a recoger cosas del suelo, desvestirme, abrir puertas, encender luces o incluso pedir ayuda si me caigo”. Más que eso, le daría confianza para salir sola, recuperar espacios y actividades que hoy teme afrontar, cuenta Sara, “me cambiaría la vida completamente”.

Sobran barreras

Sara no solo enfrenta obstáculos físicos, sino también sociales: “Muchas personas con las que antes salía ya no quieren quedar, piensan que no puedo seguirles el ritmo”. Además, asegura, las instituciones no le ofrecen soluciones reales. “He preguntado en todas las administraciones, pero no hay ayudas para costear un perro de asistencia. Es injusto que algo tan necesario dependa de que puedas pagarlo”, lamenta.

El pasado mes de julio, durante la Bajada de los Enanos en La Palma, vivió otro episodio frustrante al no poder encontrar ningún baño accesible: “La organización me dijo que pusiera una reclamación. Eso fue todo”.

Mientras continúa su lucha por visibilizar las dificultades que enfrentan las personas con movilidad reducida, Sara mantiene la esperanza de que la solidaridad le ayude a dar este paso. “Yo solo quiero tener un poco más de autonomía. Poder vivir mi vida con menos miedo y más libertad”

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